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BÚSqueda

Los Verdes

29 janvier 2016 5 29 /01 /janvier /2016 08:45

Summary of my talk at conference in Brussels on "Impact of climate change on public health" held on January 22nd in Brussels.

 

According to the best available scientific expertise, including the Intergovernmental Panel on Climate Change(IPCC), global climate change is already having a profound impact on human health in many parts of the world and it is highly probable that this trend will accelerate and worsen in the coming years. This is specially the case where climate stress creates explosive synergies with weak or failed states, ethnic tensions and stark social inequality that altogether are producing tens of millions of refugees around the world. Extreme events such as floods, heatwaves, droughts and major storms will no doubt increase even more in the near future. Vector-borne diseases such as malaria, dengue, tick-borne diseases, cholera, diarrhoeal diseases and other infectious diseases will expand and spread to new regions as well as pests that negatively affect crop and plant life. Poor water quality caused by greater hydric scarcity, higher temperatures and urban crowding will be an even greater source of disease and death. Due to more difficult climactic conditions undernutrition and malnutrition are expected to increase significantly due to lower crop yields caused by droughts, soil erosion, pollution and deforestation, specially at lower latitudes. Poor urban air-quality that is already having a great impact on the health and life-spans of tens of millions will probably worsen unless radical measures are taken. According to the scientific experts of the IPCC adaptation to the multiple and combined public health impacts of climate change is often impossible: “These events can reduce the resilience of communities, affect vulnerable regions and localities, and overwhelm the coping capacities of most societies.” Within two or three decades it is probable that certain geographical regions will lose basic elements of habitability.

 

Overall, there exists a great moral contradiction between the very serious scientific warnings and the very weak global institutional measures taken for mitigation and adaptation. While the recent COP 21 Paris Agreement was a political success, the practical implications of the agreement are far from satisfactorily responding to the mitigation or adaptation needs of our societies with regards to the grave public health impacts of climate change. Only rapid and massive global action that includes an unprecedented North-South transfer and sharing of financial, human and technical resources can help reduce the intensity of catastrophic impacts on human health of climate related factors.

 

To increase the resilience of all our societies in face of climate change important changes are be needed in EU policy in the areas of international trade, development policy, intellectual property, agriculture, fishing and research. The current overarching policy priorities of economic growth at all costs, fierce competition and aggressive international trade objectives often enter into a frontal collision with any serious consideration of the public health impacts of climate change on a global level.

Theoretically, climate change is starting to be taken seriously on a global level, but judging by the scarce practical action taken to date we can conclude that the EU and most governments around the world still remain anchored in deep denial, a practical denialism.

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21 janvier 2016 4 21 /01 /janvier /2016 09:12
Por fin, la plaza es nuestra!

 


Como ocurre al final de la película Cinema Paraíso, después del cierre definitivo del viejo cine y cuando la plaza del pueblo ha dejado de ser un foco de vida cultural y se llena de coches aparcados, «el loco» grita en medio de la misma: «¡La Plaza es mía, por fin la plaza es mía!». Hoy este personaje perturbado se sentiría muy satisfecho en muchas plazas y calles valencianas donde los coches asfixian el espacio público y corroen el aire de nuestra vida cotidiana.

Las emblemáticas y céntricas plazas de València no han de ser rehenes de los coches particulares ni tampoco de unos pocos «afectados» que los defienden a capa y espada, como es un colectivo particular de vendedores, ni siquiera han de ser prisioneras de la voluntad de los vecinos más cercanos. Las plazas constituyen un bien común de todos los habitantes de la ciudad, de toda su ciudadanía. Sobre todo en lugares históricos tan significativos como es  La Plaça del Mercat deben priorizarse las necesidades de bienestar y salud para la ciudadanía y el medio ambiente.

Felizmente, el alcalde Joan Ribó ha roto un gran tabú en la política municipal valenciana desoyendo las pataletas de los vendedores de Mercado Central y escuchando a la abrumadora mayoría de la opinión pública que sí quiere la peatonalización de la Plaça del Mercat y su entorno. Ribó ha dejado de ser prisionero de las exageradas campañas de miedo impulsadas por unos cuantos vendedores del Mercado Central. Ha comenzado por fin la recuperación para la ciudadanía de una de las plazas más hermosas conformada por la Llotja, El Mercat Central y Sant Joan. La actual semi-peatonalización de la plaza proyectada por el Ayuntamiento ha de ser el primer paso para poder alzar la voz con fuerza: «¡Por fin, la plaza es nuestra!».

Durante décadas ningún alcalde o alcaldesa se ha atrevido a oponerse a las erróneas y retrogradas ideas sobre el tráfico y el espacio público defendidas por el colectivo de los vendedores del Mercado Central, que de hecho han usurpado históricamente el lugar y los intereses colectivos de la ciudadanía de Valencia. Desde los años ochenta hasta hoy cualquier propuesta de ampliar aceras o de limitar la circulación de vehículos privados (como en la Calle de la Paz o en la Calle San Vicente) ha topado con la oposición feroz de este lobby. Hasta ahora ningún gobierno municipal ha superado este bloqueo histórico a cualquier intento de seguir los pasos de muchas ciudades europeas que sí han puesto en valor la salud, el medio ambiente y la calidad del espacio público para favorecer el encuentro social y el paseo sano y seguro en el entorno de los monumentos y conjuntos arquitectónicos más estimados. En este contexto, resulta absolutamente inverosímil e irracional que una singular plaza histórica europea, como es la del Mercat, continúe asediada por los coches y los malos humos.

Las campañas de los vendedores del Mercado Central contra la peatonalización son a la vez chocantes y masoquistas. Carecen de todo fundamento racional puesto que el proyecto municipal de semi-peatonalización no les perjudica las ventas sino que las favorece. No bloquea en absoluto ni el acceso al aparcamiento del Mercado ni la carga y descarga de mercancías. Este pequeño colectivo tampoco representa a todos los comerciantes de la zona, de hecho otros comerciantes del centro histórico sí han apoyado las medidas municipales de entregar más espacio público a la ciudadanía. Resultaría insensato el aplazar durante más años la recuperación de la Plaça del Mercat, tal y como exigen los vendedores del Mercado Central. Es inaceptable poner por delante la incierta fecha de acabar primero el aparcamiento faraónico, caro e innecesario de la Plaza de Brujas.

Los vendedores deberían alegrarse de que las visitas y compras en el Mercado Central gozan de una situación envidiable por su atractivo entorno monumental, por su fácil accesibilidad mediante el transporte público, por la continuada gran inversión pública en el propio edificio y las infraestructuras colindantes y por la exitosa promoción de sus servicios. Gracias a su ubicación en el centro histórico el Mercado Central goza de muchas ventajas aunque también tiene algunos servidumbres, como son algunas limitaciones al tráfico rodado y el aparcamiento.

En lugar de protestar contra las peatonalización o de exigir más aparcamientos masivos que atraerían más vehículos y contaminación al centro de la ciudad, los vendedores y pequeños comerciantes deberían dirigir sus críticas a los proyectos de nuevos grandes centros comerciales en la periferia de Valencia. Estos son los que amenazan de verdad al tejido comercial de proximidad e impiden un clima urbano más respetuoso con las personas y el planeta

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15 janvier 2016 5 15 /01 /janvier /2016 22:49
30 argumentos por la huerta ecológica de Valencia
30 argumentos por la huerta ecológica de Valencia

 

30 argumentos por la huerta ecológica de Valencia

Razones para un Plan Municipal de Acción Integral por la huerta ecológica

 

1. Las tierras fértiles de la huerta metropolitana son cada vez más escasas y por ello se hace prioritario su cuidado, conservación y regeneración.

 

Valencia se alza sobre unas tierras sedimentarias milenarias de mucha fertilidad y productividad agrícola. La inacabable expansión urbana del desarrollo en los años sesenta del siglo XX sobre estos singulares ecosistemas de tierras fértiles todavía no se ha frenado. Este desarrollismo metropolitano ha avanzando como una mancha de aceite y ha ido comiendo la huerta bajo la presión de viviendas, carreteras, autovías, equipamientos industriales, áreas comerciales, ampliación del puerto y universidades. Las tierras de huerta deben dejar de ser un espacio de reserva para la especulación urbanizadora y la ubicación de infraestructuras de todo tipo, frecuentemente innecesarias y sobredimensionadas, que rompen, merman, degradan y hacen inviables los agroecosistemas de la huerta y sus capacidades bioproductivas y económicas. Sabemos que el gigantismo del cemento y el asfalto junto al vigente sistema agroindustrial basado en el uso de productos químicos "fitosanitarios" no son viables porque nos roban la salud y las posibilidades de vida en el planeta. La única alternativa concreta aquí y ahora ante las muchas agresiones ecológicas que padecemos -globales y locales- es el establecimiento de las nuevas pautas de la agrícultura local ecológica. La agricultura orgánica sin tratamientos agrotóxicos de origen químico-industrial en el espacio metropolitano ha de ser activamente impulsada por las instituciones públicas, fomentando con ello de la proximidad y los intercambios circulares en la producción, distribución e intercambio de materiales, energía, residuos y mercancías.

 

 

2. Si desaparece la huerta muere también una fuente de nuestro sustento, bienestar y futuro.

 

A pesar de que no somos extraterrestres y de que los sistemas vivos no pertenecen a un espacio exterior ni están separados de los seres humanos, en todo el mundo aumentan como un cáncer las destrucciones ecológicas causadas por la acción humana. La expansión del asfalto, el cemento y las prácticas agrotóxicas de la pequeña agricultura convencional degenera y contamina suelos, plantas y alimentos, y es la sepultura de los delicados ecosistemas vivos de las tierras fértiles de la huerta. Con la desaparición progresiva de las tierras agrícolas de la huerta que aún persiste, los pueblos metropolitanos y la ciudad de Valencia se habrán desecho de la fuente primordial que les ha permitido la subsistencia a lo largo de dos mil años. Si muere la huerta ganaremos muchas incertidumbres en el presente y futuro y habremos socavado oportunidades de continuidad, salud y vida. Si continuamos contaminando la huerta con una agricultura intensiva llena de insumos tóxico-industriales desperdiciaremos las posibilidades de hacer una verdadera agricultura local y cercana con productos de calidad, sanos y ecológicos. Si la pequeña agricultura intensiva de la huerta de Valencia continúa marginando la producción ecológica, actualmente muy minoritaria, perderemos la posibilidad de una soberanía alimentaria con precios socialmente accesibles y encarnada en circuitos cortos de producción, distribución y abastecimiento de productos, materiales y energía, y en circuitos cerrados de materiales y residuos. Si la huerta no se hace ecológica rápidamente, nos haremos colectivamente más débiles y dependientes de los múltiples peligros implicados en los mercados globales externos y de los intereses particulares del beneficio económico de las grandes empresas agroalimentarias.

 

 

3. Ante el Cambio Climático y las muchas incertidumbres y riesgos socioambientales las ciudades que conserven las tierras fértiles y hagan una viable agricultura ecológica periurbana tienen una sólida ventaja que sería estúpido desperdiciar.

 

La preservación y recuperación de la huerta es clave para hacer posible la urgente transición de pueblos y ciudades hacia la sostenibilidad ecológica y social. Es la única opción sensata y responsable. Es el único futuro posible porque no socaba la vitalidad de las tierras fértiles ni los mermados recursos del planeta. Son muchos los indicios e informaciones científicas que nos avisan de que el desarrollo tecno-industrial y su continua expansión ha sobrepasado los límites físicos de nuestro planeta finito en materiales. Hemos descubierto la trágica y obligada transitoriedad y decadencia de nuestra forma de producir y consumir si continuamos con las actuales tendencias del crecimiento inacabable. La continuidad y futuro de nuestro estilo de vida sobre-consumidor está radicalmente amenazada. La huerta ecológica es la deseable opción para la mejora en bienestar colectivo y el disfrute de la vida. Su preservación será imposible si no respetamos y reparamos la compleja red de interacciones y componentes de la comunidad natural que sostiene y vivifica su productividad: tierras fértiles, aguas, minerales, micro-organismos y biodiversidad en vegetación, mamíferos, insectos y aves. La huerta no se puede conservar y regenerar si solo se percibe como una actividad económica y no atendemos a sus necesidades biofísicas y bioregenerativas.

 

 

4. Por la preservación de la singular simbiosis orgánica entre la ciudad y la huerta sin agrotóxicos.

 

Quien pierde los orígenes pierde la capacidad de aprender discerniendo las innovaciones nocivas y mitigando los daños y peligros. La mejora social con buen vivir, equidad y futuro no se apoya en la reproducción de una tradición fosilizada inmutable ni tampoco en el absoluto desarraigo, sino en la reelaboración continua y la adaptación de las propias capacidades a las condiciones, oportunidades y límites sociales, físicos y ecosistémicos mediante nuevas actitudes y hábitos prácticos. La historia de una ciudad parte del caudal de experiencias y de su patrimonio acumulado a lo largo de los tiempos. Hoy la evolución de la huerta de Valencia ha de cuestionar las prácticas de décadas de agricultura químico-industrial basada en componentes no orgánicos de síntesis, hijos del laboratorio científico y de una arrogante y violenta concepción mecanicista y reduccionista sobre la complejidad interdependiente del mundo vivo, como son los nitratos, los pesticidas, los herbicidas, los fungicidas y los plaguicidas. Esta agricultura con agrotóxicos está basada en técnicas que "desnudan y limpian" las tierras mediante trazados de líneas y filas rectas de plantas que en realidad producen muchos males que se externalizan fuera de los precios y la economía contable: contaminación, enfermedades y muerte de la vitalidad de las tierras, las aguas, la biodiversidad, los alimentos y la salud humana. Hemos de rehabilitar creativamente la antigua mezcla orgánica de la ciudad y la huerta, uno de los elementos heredados de originalidad distintiva, paisaje, riqueza y potencialidad que tiene la ciudad de Valencia. Una huerta ecológica mitigaría la monstruosidad urbana que devora insanos insumos procedentes de lugares remotos y nos ayudaría en la construcción de unos modos de vida agroecológicos del urbanita.

 

 

5. La defensa de la huerta ecológica es parte de la lucha contra el Cambio Climático.

 

En las tierras de la huerta se juega el actual dilema ecológico de la humanidad a inicios del tercer milenio. Ante el reciente fracaso de la Cumbre de la ONU en Paris (COP21) por la falta de compromisos concretos y vinculantes de freno a la extracción y quema de combustibles fósiles que contaminan la atmósfera con carbono, no debemos hacer caso de las dietas de pasividad edulcoradas con mensajes optimistas anestesiantes. Nuestra situación colectiva es de grave emergencia y tenemos poco tiempo por delante. Son necesarias y urgentes las alianzas entre la diversidad de esfuerzos ciudadanos para avanzar conjuntamente hacia la descarbonización de nuestras maneras de producir y consumir. Debemos reconocer y difundir la gran verdad fundada en la mejor información científica disponible: que sólo la agricultura orgánica que no añade agrotóxicos químico-industriales y que acorta y cierra los circuitos de materiales, detritos y energía, puede ser compatible con la sostenibilidad ecológica y social y nuestra salud. Solo la agricultura ecológica puede ser hacer viable un futuro post-fosilístic respetuoso con la reproducción de los metabolismos de la biosfera terrestre y tolerante con los límites naturales que se imponen como constricciones a las actuaciones humanas. En consecuencia, se hace inevitable la evolución de la huerta metropolitana hacia formas de agricultura orgánica, baja en emisiones de carbono y con ciclos cortos y cerrados de materiales, energía y residuos en la producción, distribución y comercialización. Debemos salir de la ceguera mental negacionista y actuar ahora, no tenemos tiempo para una larga transición.

 

 

6. La huerta ecológica es la opción por la flexibilidad y resiliencia ante los eventos climáticos extremos.

 

Para enfrentarnos a la actual crisis climática colectiva necesitamos una nueva eco-urbanidad cívica realista y adaptada a las amenazas socioambientales y a la escasez de bienes y servicios naturales y físicos, capaz de integrar a la vez las metas del bienestar, la equidad, la suficiencia y el buen vivir. Es urgente hacer las paces con la Tierra, nuestra única, frágil y común casa terrestre que está naufragando como el Titanic. La huerta ecológica fortalece nuestra capacidad de resistencia ante los fenómenos socioambientales abruptos e imprevisibles que aumentarán con el Cambio Climático y agudizarán las luchas y tensiones sociales.

 

 

7. La preservación y cuidado de la huerta es parte de la rehabilitación ecológica de la ciudad de Valencia y su entorno metropolitano.

 

Los suelos fértiles de la huerta periurbana de Valencia, su productividad y regeneración orgánica y saludable con la Tierra, la biodiversidad local y la salud de la ciudadanía metropolitana no pueden continuar supeditándose a la producción agroquímica intensiva en tóxicos biocidas. Ante las múltiples agresiones ambientales presentes en la cadena agroalimentaria y en el espacio metropolitano densamente urbanizado hoy el bienestar colectivo y la calidad de vida es radicalmente incompatible con la continuidad de las prácticas de la agricultura convencional intensiva en agrotóxicos. La salud pública y la habitabilidad urbana de Valencia exige la eliminación de los impactos de los fitosanitarios tóxicos y peligrosos. Valencia y su entorno metropolitano sufre niveles preocupantes de contaminación directa y difusa que actúa sinérgicamente y proviene de fuentes diversas, como son los tratamientos tóxicos de las prácticas agrícolas o como son las emisiones de partículas y metales pesados producto de la combustión de los derivados del petróleo del tráfico rodado. La erradicación de estas agresiones contaminantes y la emergencia de la agricultura ecológica hoy constituyen un imperativo para la ciudad de Valencia y su entorno metropolitano.

 

8. La agricultura regenerativa de la huerta ecológica ayuda a la recuperación de la biodiversidad en el espacio metropolitano.

 

En la mayoría de áreas de cultivo los tratamientos de la agricultura intensiva guiados por la mentalidad despreciativa de las "malas hierbas" sobre el propio espacio natural son agentes agresivos que generan contaminación y eliminan la trama de complejas comunidades de especies de animales y plantas. La vegetación natural es prácticamente inexistente por ser un territorio cultivado buscando el máximo aprovechamiento crematístico de los suelos agrícolas mediante el uso de insumos fitosanitarios de origen industrial como son los insecticidas y herbicidas, y mediante el uso de técnicas que "limpian" y eliminan la cubierta vegetal dejando desnudas las tierras cultivadas. Estas técnicas de simplificación, artificialización y empobrecimiento lesionan los metabolismos de los agroecosistemas y dañan sus funciones vitales como son la retención de agua y humedad. En consecuencia se hace necesario la regeneración del manto vegetal en la huerta para la recuperación de la vitalidad de las tierras y de las poblaciones animales y vegetales que hacen un trabajo auxiliar de colaboración con la producción agrícola. Pero también como resultado de la explotación agrícola en la comarca de l'Horta con el predominio del monocultivo de cítricos, cultivos frutícolas y una horticultura normalmente rotacional de temporada con varias cosechas al año, se ha dado una vegetación asociada nitrófila y en consecuencia una variedad de biotopos y de fauna adaptada. Destacan las comunidades palustres con carrizos, eneas y juncos que forman los marjales. Los árboles y arbustos más típicos suelen encontrarse aislados o en hileras asociadas a los bordes o acequias de las marjales. Murciélagos y especies protegidas de rapaces nocturnas como son las lechuzas, los búhos y los mochuelos, que cooperan muy eficazmente con el trabajo agrícola eliminando animales competidores, han sufrido una fuerte regresión. Han ido perdiendo sus habitats naturales y lugares de nidificación a efecto de las múltiples presiones antrópicas del desarrollo en el territorio comarcal, como son los agrotóxicos empleados en los campos de cultivo, poniéndolas en muchos casos al borde de la extinción. La presencia de zonas húmedas costeras y entre ellas la Albufera hace que comunidades de aves colonizen los espacios cercanos como es la huerta, dominando las especies adaptadas a entornos rurales-urbanos. La diversidad biológica en el caso de las aves se debe a que encuentran en las áreas agrícolas un "refugio" frente a la destrucción de sus ecosistemas naturales originales. Estudios realizados en la huerta han encontrado decenas de especies de aves, entre las que coexisten aves urbanas, esteparias, palustres, de matorral y estrictamente aéreas, y en relación a la alimentación hay especies granívoras, insectívoras, piscícolas y frugívoras. Han de prohibirse los insecticidas neonicotinoides por parte de las autoridades municipales y autonómicas porque devastan las poblaciones de insectos polinizadores como son los abejorros y las abejas y arruinan la apicultura.

 

 

9. La lucha por la huerta ecológica es una lucha por el bien común.

 

Necesitamos un modelo de ciudad y de agricultura alternativo para el buen vivir que no esté prisionero de los estrechos intereses económicos de especuladores y de las cegueras asfaltadoras de partidos de cualquier tinte ideológico, de gestores públicos y técnicos planificadores. Queremos la seguridad y la protección en el abastecimiento de los recursos básicos y locales, como son los alimentos cultivados en la huerta, con derechos comunales y con participación y decisión ciudadana, y esto exige el freno del crecimiento interminable de la ciudad, la regeneración de los barrios y de la ciudad histórica y la rehabilitación de las zonas urbanas degradadas. Esta opción por un modelo de vida menos maquinístico y más orgánico exige más huerta ecológica, más bioconstrucción y bioclimatismo, más espacio público, más árboles y menos coches privados junto a la minimización del volumen y la toxicidad de los materiales y residuos.

 

 

10. La recuperación de la huerta ecológica es de interés general y los gobernantes han de escuchar.

 

La mayoría ciudadana sabe que la pérdida de suelos agrícolas es un grave problema medioambiental y desea la conservación de la huerta. Este amplísimo consenso social conservacionista existente tiene motivaciones diversas, como son los valores rurales y tradicionales, la calidad de vida y la necesidad de poner límites a la bulimia del capital económico de algunos pocos, los valores de la sostenibilidad ecológica y social. Esta opinión general a favor de la protección de la huerta debe transformarse con urgencia en una acción colectiva institucional y legal impulsada por el gobierno autonómico y los ayuntamientos para la reorientación del desarrollo metropolitano a partir de la comprensión de que la mejora de la vida colectiva no pasa por poner más coches, más cemento y más asfalto.

 

 

11. La huerta ecológica es una apuesta por el consumo informado y responsable con la salud de la gente y la Tierra.

 

La huerta ecológica es contraria al reduccionismo del paradigma productivista y economicista y a sus prácticas y conocimientos que no supeditan los beneficios económicos privados a las necesidades colectivas: ecológicas, sociales, culturales y comunitarias. Los pequeños productores agroecológicos establecen fuertes alianzas con las necesidades individuales y colectivas de salud ciudadana y con los consumidores mediante la transparencia, la claridad informativa y comunicativa sobre sus procesos, componentes y productos alimenticios: más nutritivos y sin tóxicos agroindustriales. Los consumidores deben tener clara información sobre la trazabilidad y los procesos de producción de los alimentos de la huerta.

 

 

12. La huerta ecológica es parte de la lucha social y cultural por los valores de la suficiencia y el buen vivir.

 

Para hacer frente a los destructivos valores de abundancia y derroche de los recursos escasos y frágiles y cuestionar las mitologías modernas del crecimiento indefinido son muchos los valores socializadores de la huerta de Valencia. Esta constituye un valioso recurso para la educación socioambiental sobre las realidades físicas y biológicas con las que necesariamente nos relacionamos, como son los ciclos del agua, los materiales y tierras, las estaciones y el clima, la biodiversidad de plantas y animales, la microfauna y los nutrientes, los desechos, el compostaje, los hábitos agroantropológicos heredados, la historia natural ... La agricultura ecológica es guardiana y productora de bienes y servicios naturales vitales. Sus valores y conocimiento deben integrarse en las escuelas de capacitación agraria, en los centros educativos y en las experiencias educativas informales mediante huertos, granjas y comedores escolares.

 

 

13. Las numerosas funciones ecológicas, sociales y culturales de la huerta no pueden reducirse a los intereses de la rentabilidad económica del pequeño productor-agricultor/a.

 

Es fundamental reconocer que la agricultura es parte inevitable del carácter sistémico e interdependiente de la vida. Se hace prioritaria la conservación y regeneración de las tierras de la huerta ante el desgaste de su explotación con agrotóxicos. La huerta ecológica puede convertirse en una actividad económica viable productora de gran riqueza local. La accesibilidad y los precios de los productos ecológicos de la huerta no deben convertirse excluyentes para la mayoría de la gente y los consumidores de bajas rentas económicas. Son necesarias nuevas iniciativas individuales y colectivas en favor de actividades y redes de economía social y comunitaria en la huerta. Las tierras de la huerta son recursos vitales con capacidades de acoger, integrar, socializar y profesionalizar a personas y grupos sociales muy diversos, como pueden ser los estudiantes, los jóvenes, los parados, los marginados sociales, los jubilados,... Son muy variadas las actividades y utilidades sociales vinculadas a la huerta ecológica, como pueden ser el autoconsumo, el ocio y tiempo recreativo, la creación cultural, la formación profesional y el aprendizaje, la espiritualidad estética, la jardinería, los viveros, también la producción agrícola para los mercados locales y para la exportación.

 

 

14. Lo primero en la huerta es conservar las tierras creando un marco legal de protección blindada frente a las presiones urbanizadoras y la sustracción de las tierras fértiles para otros usos.

 

Una vez frenado el peligro de urbanización con un fuerte marco legal autonómico y municipal de protección del uso agrícola, las tierras fértiles de la huerta, de propiedad privada o pública, han de preservarse mediante objetivos y normativas reguladoras ambientales para la producción agrícola. Lo que es valioso y de interés común se conserva mediante los instrumentos de la ley y la regulación pública poniendo limitaciones al libre mercado y a la propiedad privada. Esto es bien contrario a las políticas agrícolas que incentivan y subvencionan las dinámicas del mercado globalizado y la competitividad, los beneficios económicos de productores particulares y el libre uso de técnicas y tratamientos agrotóxicos. Por parte de las políticas públicas en el caso de la huerta, no se deben seguir poniendo por delante los beneficios y las rentas agrícolas para los pequeños productores-empresarios al tiempo que se externalizan los riesgos y las enfermedades  generados en los consumidores, los ciudadanos, la biodiversidad, las tierras y las aguas.

 

15. Hay que actuar ahora: Plan autonómico supra-municipal de protección de las tierras de la huerta metropolitana y planes municipales.

 

No es del pasado nostálgico del que hablamos, sino del presente y del futuro. Los efectos de los daños y peligros producidos por los monocultivos del desarrollo urbanístico y agroindustrial, que amenazan desde hace décadas la huerta y que ahora denunciamos, en el futuro próximo serán del todo intratables e inevitablemente todos seremos víctimas. Nada nos autoriza a no actuar en el presente y a continuar descontando las oportunidades y el bienestar de los seres humanos y no humanos, presentes y futuros, si seguimos recorriendo las mismas rutas sin salida hasta que no haya posibles remedios.

 

16. Redes y circuitos cortos y cerrados de intercambio de materiales, energía y residuos entre la huerta y la ciudad.

 

La agricultura agroquímica convencional de la huerta no es producción local ni de circuitos cortos y cercanos si se tiene en cuenta el origen y las largas distancias recorridas por sus componentes materiales, energéticos, sociales, económicos y biológicos. Las políticas de inversión del dinero público para favorecer la rentabilidad económica de los productores de la agricultura agroquímica convencional no deben revertir a la ciudadanía bajo la forma de incremento de los males y peligros agroalimentarios y ecológicos para la gente y la Tierra. La pequeña agricultura en los espacios intersticiales y en los espacios urbanos interiores de la ciudad de Valencia, el urbanismo de nuestras ciudades y pueblos, sus formas arquitectónicas, tienen la imperiosa obligación de integrar las exigencias del paradigma ecológico. Para ello han de dotarse de indicadores físicos, biofísicos y energéticos, con compromisos concretos y vinculantes de acortamiento, reducción y cierre de los abundantes y alargados flujos, abiertos y lineales de energía y materiales de origen agroindustrial. Existen experiencias ejemplares que pueden orientarnos en las periferias de Paris: r-urban.net, http://r-urban.net/blog/projects/agrocite/

 

17. Cuando se trata de la agricultura convencional intensiva en agrotóxicos no hay que confundir ni disimular con discursos y conceptos como "la agricultura sostenible", "los alimentos sostenibles","la agroecología" o la "soberanía alimentaria".

 

El gobierno autonómico y los gobiernos municipales deben priorizar las necesidades colectivas y urgentes de salud y ecología. Es una gran manipulación denominar a la producción convencional como "producción sostenible" o "alimentos sostenibles" cuando en realidad se trata de producción intensiva con agrotóxicos. Los alargados y lineales circuitos de intercambio, tan propios de la agricultura agroquímica convencional en la huerta, nada tienen que ver con los ciclos cerrados y los canales cortos de producción, distribución y consumo. Ha de reconocerse nítidamente esta verdad por parte de nuestros gobernantes y de las administraciones públicas, por parte de los técnicos planificadores y de los movimientos sociales y luchas ciudadanas por la huerta. El modelo cancerígeno de producción con agrotóxicos fitosanitarios y el consumo de sus productos alimenticios, aunque puedan ser experiencias económicamente exitosas para las pequeñas explotaciones agrícolas, en ningún caso puede llamarse "sostenible" y es radicalmente incompatible con los principios y prácticas de la agricultura ecológica, la sostenibilidad ecológica, la agroecología, la soberanía alimentaria y la calidad de vida.

 

18. Lo "local y la calidad" exige la eco-condicionalidad y se vacía de valor cuando se trata de producción convencional con agrotóxicos.

 

Los criterios de calidad que quieran informar realmente sobre el valor de los productos agrícolas para la gente y la Tierra han de tener en cuenta los componentes en nutrientes y la ausencia de agrotóxicos. Es rotundamente falso que la calidad de los productos de la huerta solamente se asegure mediante los criterios de producción con canales cortos de proximidad. La valoración de la calidad y el valor añadido de los productos alimenticios de la huerta no puede quedarse sólo en las características parciales de ser productos frescos de temporada y de producción cercana que acortan los circuitos de distribución entre los pequeños productores y los consumidores. Esto significa ocultar la realidad de que son bien largos y abiertos los trayectos recorridos por los insumos energéticos y los tratamientos con productos químico-industriales. La calidad no puede quedar reducida a la disminución de intermediarios y distancias entre productores y consumidores y con ello al menor poder de las grandes corporaciones de la industria agroalimentaria en las cadenas de distribución que dejan desprotejidos a los pequeños productores agrícolas. No hay calidad posible ni sostenibilidad con los agrotóxicos de la agricultura convencional. No puede seguir ocultándose que la calidad solo puede estar en los alimentos de la producción ecológica, porque sus ingredientes orgánicos libres de residuos agrotóxicos son más nutritivos y saludables para las personas y los ecosistemas. Con circuitos cortos y circulares de materiales, residuos y energía la producción ecológica local siempre tiene infinita menor huella de destrucción ambiental que los largos trayectos abiertos implicados en la huerta convencional agroquímica.

 

19. No hay sostenibilidad posible en la alimentación con productos locales que vengan de la pequeña agricultura con agrotóxicos.

 

Las ideas de "sostenibilidad" y de "productos locales" en las prácticas agrícolas y en la alimentación y la comida no pueden utilizarse como cortina de humo para defender el imperante modelo de producción con agrotóxicos fitosanitarios. Este camino es el del engaño y la manipulación social premeditada. Si realmente se quieren llevar las exigencias de la sostenibilidad ecológica a la comida en los comedores de los centros educativos y en otras instituciones ha de tenerse en cuenta todo el ciclo de producción, distribución y consumo: de la tierra al plato.

 

20. No nos valen los argumentos utilizados en favor de la continuidad de la agricultura convencional con agrotóxicos en nombre de que "todo está contaminado".

 

Aunque es cierto que vivimos en un mundo cada vez más contaminado y ecológicamente degradado por numerosas formas de actuación humana y sin que existan fronteras absolutas de protección, esta trágica realidad de hoy día no puede ser una razón para defender la pasividad y la negación de la necesidad urgente de la agricultura ecológica en la huerta. La afirmación de que "la agricultura ecológica también contamina" es falsa porque ignora las enormes diferencias de grado existentes en los daños, la contaminación y destrucción ambiental. Que la producción ecológica no sea inmaculada ni esté purificada de peligros no quiere decir que sea equivalente a la agroquímica convencional. Igual que no es lo mismo uno que 100, 1.000 o 10.000 no es verdad que sean similares la agricultura ecológica y la convencional.

 

21. La lucha por la huerta ecológica de Valencia se hace aquí y ahora con objetivos, políticas e indicadores concretos, vinculantes y evaluables.

 

Es moralmente inaceptable y ecológicamente inviable el sacrificio de la huerta ecológica que necesitamos para la futura viabilidad colectiva a cambio de obtener rentabilidad económica inmediata para unos pocos productores de la agricultura química convencional con agrotóxicos. No aceptamos las razones de desaprovechar las oportunidades actuales de hacer la huerta ecológica. No nos resignamos a este incierto porvenir bajo coartadas retóricas y falsas promesas que afirman que el cambio hacia la producción ecológica se dará en todo caso poco a poco en un futuro indeterminado, sin plazos ni inversiones. Retrasar por más tiempo los cambios hacia la producción ecológica para ubicarlos en un futuro sin concreción bajo la excusa de que se darán como fruto "de un proceso" espontáneo, esconde en realidad la dramática verdad de que se opta por la continuidad del dominio neoliberal de la rentabilidad económica y la agricultura con agrotóxicos. Deben girarse las prioridades de las políticas públicas y las subvenciones agrarias, directas e indirectas, que dirigen sus inversiones a la agricultura convencional agroquímica y son activamente responsables de poner frenos a la expansión de la agricultura ecológica en la huerta de Valencia. La regulación pública, la financiación institucional y la legislación han de ponerse al servicio de los intereses colectivos y generales de la salud agroalimentaria y de la ecología.

 

22. Es prioritaria la recuperación de las tierras de la huerta del término municipal de la ciudad de Valencia con el abandono de la agricultura químico-industrial.

 

La agricultura ecológica en las tierras fértiles de la ciudad de Valencia incorpora una valiosa diversidad de funciones sociales, ecológicas, económicas, culturales y urbanísticas. Ha de ser un primer paso en la preservación supra-municipal del conjunto de la huerta. Valencia debe establecer nuevas relaciones entre las actividades orientadas al mercado mundial y la relocalización de algunos procesos productivos básicos. La recuperación y protección pública y jurídica de las tierras fértiles del conjunto de la huerta metropolitana debe ser un avance decidido en esa vía. La huerta ecológica de la ciudad de Valencia puede convertirse en un vivero de innovación social, ecológica, cultural y económica. La producción local de alimentos ecológicos tiene innumerables valores añadidos de salud alimentaria, ecológicos, económicos, sociales, urbanísticos, paisajísticos y culturales. No nos conformamos con la expansión del Puerto (ZAL) y de sus actividades industriales y comerciales sobre las tierras de La Punta. No aceptamos la amputación de este valioso trozo de tierras y exigimos la recuperación de las tierras fértiles de La Punta para la ciudad de Valencia y su ciudadanía mediante su recalificación y protección legal por parte del Ayuntamiento de Valencia.

 

23. La rentabilidad económica de la huerta ecológica y su fomento exige infraestructuras específicas.

 

La pequeña producción ecológica no puede competir con la gran industria agroalimentaria y su producción en masa de productos alimenticios, artificializados, llenos de residuos tóxicos y muy baratos. Necesita estructuras de escala adecuadas de conocimiento y capacitación, de tierras, de riegos y de aguas con calidad y saneadas de tóxicos mediante sistemas de depuración orgánicos fruto de la colaboración con la vegetación, los microorganismos y la fauna autóctona y silvestre. La rentabilidad económica también demanda estructuras locales destinadas al almacenamiento, a la pequeña transformación artesanal y a la promoción de canales cortos y circuitos cerrados de intercambio y reciclado de componentes orgánicos, materiales y energía en la distribución y comercialización de los productos ecológicos (Mercavalencia, mercados municipales, mercados en la calle, tiendas, redes de venta directa, compras institucionales y servicios públicos de comedores, restaurantes, cafeterías).

 

24. Una nueva economía circular entre la ciudad y la huerta exige la recogida selectiva de materia orgánica y la creación de compostaje ecológico.

 

Una nueva relación simbiótica entre la huerta y la ciudad podría tejerse con la recogida selectiva de la biomasa de los residuos agrícolas. Tendría consecuencias ventajosas de reducción del volumen de desechos y de fomento de una nueva economía local con la creación de empleos dedicados a la producción de fertilizantes verdes y de materiales para la bioconstrucción.

 

25. La agricultura ecológica con etiquetado propio aporta valores añadidos y favorece la rentabilidad económica de la huerta, el cambio de mentalidades y el consumo local de los alimentos ecológicos.

 

Las pequeñas parcelas del regadío minifundista de agricultura convencional existente en la huerta periurbana y en la huerta en terreno municipal de Valencia carecen de una economía de escala suficiente para poder ser un éxito en viabilidad económica sin necesitar continuadas inyecciones de apuntalamiento con dinero público. La viabilidad económica de estas singulares explotaciones agrarias puede conseguirse si ganan ventajas comparativas mediante los valores añadidos de la agricultura ecológica. La marca ecológica y el reconocimiento claro y distintivo de la producción orgánica de la huerta junto a políticas públicas de apoyo y fomento potenciaría mercados locales de consumo y cambios en los valores y patrones de compra de los consumidores. No se puede continuar con el sacrificio de la producción ecológica en la huerta mediante su reducción a unas cuantas parcelas y productores empresarios que así obtienen altos precios de sus productos en los mercados de exportación. Esta situación significa poner altos muros que impiden la extensión social del consumo ecológico y la creación de nuevos mercados locales para los productos ecológicos.

 

 

 

26. Cero de dinero público para la agricultura con agrotóxicos en la huerta de Valencia.

 

El dinero público no debe continuar favoreciendo la competitividad y los beneficios particulares de los productores-empresarios de la agricultura con agrotóxicos que envenena nuestra salud y la de los ecosistemas. Las políticas públicas no han de seguir subvencionando las agresiones a nuestra salud y la del planeta. Contrariamente, las subvenciones en la agricultura y la alimentación deben revertir en el bien colectivo de la agricultura ecológica, la única que compatibiliza la preservación conjunta de la salud ciudadana y del mundo viviente. Los nuevos gobiernos del PSOE, Compromís y Podemos deben romper este circlulo endemoniado de gastar los menguantes recursos públicos en aquello que nos roba la salud y mata los ecosistemas de los que dependemos. La producción convencional no es producción local, sus componentes de inputs agroindustriales no son orgánicos ni naturales, y sus procesos abiertos tienen detrás muchos largas distancias y una crónica dependencia de los mercados globalizados y de los monopolios de grandes empresas agroquímicas. Las políticas y subvenciones agrícolas convencionales a la productividad y a la cantidad de kilos deben girarse radicalmente y dirigirse al sector de la agricultura ecológica. ¡Basta de subvenciones directas o indirectas a la producción agrícola con insumos agrotóxicos que se dispersan sinérgicamente por los ecosistemas, la biodiversidad, los productos agrícolas, los menús y nuestros cuerpos y vidas!. Necesitamos nuevas y ambiciosas políticas con actuaciones de acción positiva para la producción y el consumo ecológico por parte de las diferentes instituciones públicas. Las políticas públicas han de visibilizar, dar publicidad y favorecer los valores y el consumo de alimentos ecológicos mediante iniciativas y proyectos de información, sensibilización, promoción, producción, transformación, almacenamiento, distribución y comercialización. La ejemplaridad pública con la producción agroecológica y su activo apoyo por parte de las instituciones valencianas debe concretarse en el caso de la huerta y en el terreno municipal de la ciudad de Valencia.

 

27. No al glifosato y otros herbicidas peligrosos en la huerta de Valencia.

 

El Ayuntamiento de Valencia, siguiendo el camino emprendido por otras ciudades españolas, ha de prohibir el uso de herbicidas como el glifosato en la huerta, los espacios verdes y jardines públicos. Existen fundadas sospechas de alta toxicidad del glofosato y otros herbicidas. Es posible la eliminación del uso público de este principio activo presente en diversos productos comerciales y sustituirlo por alternativas orgánicas respetuosas con la salud de las personas y el medio ambiente. El glifosato es un herbicida no selectivo que se infiltra en el suelo, es muy soluble en el agua y persistente. Se utiliza para matar hierbas y arbustos, pero también contamina los acuíferos y es tóxico para la fauna acuática, los animales domésticos y de granja. Hay muchos beneficios para la biodiversidad, la salud pública y la calidad del medio urbano en la transformación de las agresivas técnicas agrícolas de "tierras desnudas" dejando crecer las hierbas y el manto vegetal. El glifosato ha sido clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como cancerígeno para los seres humanos. La prohibición municipal de glifosato ha de ser parte de la necesaria transición hacia una jardinería ecológica gestionada públicamente con criterios orgánicos y de sostenibilidad, que evite  visión higienista y ornamental implicada en el uso de agrotóxicos, las podas excesivas, las especiesla errónea ambientalmente no adaptadas o con necesidades hídricas excesivas. Son necesarias campañas públicas de información y concienciación bajo los imperativos de salud pública y de evitación del uso de estos productos perjudiciales también en los jardines privados, en los viveros de plantas y zonas verdes que no sean de responsabilidad municipal.

 

28. La huerta de la ciudad de Valencia puede convertirse en un santuario de innovación y experimentación social, comunitaria y económica para la regeneración ecológica.

 

Las inversiones institucionales han de revertir en la ciudadanía y deben dirigirse a la regeneración de la huerta para hacer ella un nuevo espacio ecológico, económico, social, comunitario y cultural. La opción por armonizar creativamente los intereses de la Tierra y de la gente en el caso de la huerta de la ciudad de Valencia pasa por la preservación y rehabilitación de sus tierras, de su patrimonio agrícola, arquitectónico, ecológico y paisajístico, para ello se hacen necesarias nuevas iniciativas legales, económicas y sociales que aseguren prioritariamente la productividad biogenerativa de las tierras de la huerta para la ciudad y sus habitantes urbanitas.

 

 

 

 

 

29. Bajo el asfalto y el cemento está la huerta.

 

Ante las muchas incertidumbres y amenazas socio-ambientales que padecemos la agricultura ecológica en las tierras metropolitanas de la huerta es un colchón de cierta seguridad. También han de serlo los espacios fronterizos, intersticiales e interiores de la ciudad de Valencia. Los solares y los techos de los edificios pueden acoger huertos agrícolas y mucha variedad de experiencias individuales y comunitarias de producción de alimentos ecológicos de calidad. Necesitamos nueva legislación para que toda nueva edificación tenga placas solares y techos verdes.

 

30. Plan integral de agricultura ecológica del Ayuntamiento de Valencia.

 

La ciudad de Valencia necesita un plan de preservación y regeneración del la huerta dotado de concreciones y metas temporales, con indicadores evaluables de carácter territorial y urbano; físico, biofísico, hidrológico y energético; económico, social y agronómico; cultural y arquitectónico. La defensa y promoción pública de la huerta ecológica no puede ser solo sectorial y economicista, y exige normas vinculantes por parte de las diversas administraciones que han de intervenir transversalmente, garantizar y hacer cumplir las exigencias de producción local sin agrotóxicos y con ciclos cerrados y cortos de materiales y energía. Deben establecerse condiciones estrictas en las políticas de compras públicas para la adquisición de los alimentos ecológicos, explicitadas en las subcontrataciones con empresas hosteleras y suministradoras de alimentos, en los servicios de máquinas expendedoras de alimentos y en los servicios de restaurantes, cafeterías, bares y comedores. Los menús ecológicos deben estar presentes en los centros públicos de trabajo, en los centros sanitarios, en las escuelas y universidades. También se ha de favorecer la comercialización de los productos ecológicos de la huerta con su presencia en los mercados públicos municipales. Deben instituirse y normalizarse periódicamente los mercados de calle especializados en los productos ecológicos locales, frescos y transformados, tal y como ya se está haciendo en numerosas ciudades europeas.

 

 

 

ECOLOGISTES EN ACCIÓ DE VALÈNCIA

 

 

 

 

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27 novembre 2015 5 27 /11 /novembre /2015 15:46
  Contra el tráfico contaminante: ¡Fallas todo el año!

 

 

No hace falta reinventar la rueda para reducir la tóxica contaminación motorizada del aire de Valencia. Existen soluciones muy sensatas, variadas y viables si nuestros gobernantes tienen la suficiente voluntad política para llevarlas adelante, a pesar del conflicto que pueden generar en algún sector particular que se resiste al cambio. El gobierno municipal recién estrenado ha de cumplir con su promesa de cambio poniendo por delante las metas del bien común, entre ellas la salud del aire de València.

 

Desgraciadamente las recientes medidas adoptadas por el Ayuntamiento de Madrid ante la nociva presencia de partículas biocidas en el ambiente urbano no serán ni de lejos suficientes para responder a la magnitud del secuestro malsano de un bien común tan necesario como es el aire que respiramos para vivir. Según algunos cálculos solo se ha reducido el uso del coche particular en 1% o 2% y no ha habido una mejora sustancial en los indicadores ambientales sobre la composición química del aire, a pesar de las novedosas y positivas iniciativas de reducción de la velocidad máxima y de eliminación de plazas de aparcamiento de ORA. Además, al aplicar medidas restrictivas solo en el centro urbano se corre el peligro de desplazar el tráfico a las periferias trasladando allí los problemas de la alta toxicidad del aire.

 

En consecuencia, conviene recordar que si se adoptaran una serie de medidas que ya han sido ensayadas y han sido exitosas en otras ciudades europeas se podría mejorar significativamente la calidad del aire que respiramos en Valencia y en otras ciudades. Una de las políticas que han conseguido reducir el tráfico en muchas ciudades ha sido la implantación de un peaje urbano o una “tasa de congestión”, que podría aplicarse al tráfico particular que penetra al centro de la cuidad por dentro de las Grandes Vías y el Jardín del Turia. El dinero así recaudado podría tener metas finalistas para contrarrestar la toxicidad del aire urbano generada por el tráfico, como son la mejora y abaratamiento del transporte público y las obras de peatonalización que la ciudad necesita.

 

La supresión de los grandes aparcamientos gratuitos podría ser una medida eficaz. La Universitat de València y la Politécnica en Tarongers ofertan grandes campos de aparcamientos en superficie que atraen a miles de coches cada día. Cerrar los aparcamientos, y otros similares, tendría un beneficio inmediato de bajada del uso del coche y de subida de la calidad ambiental urbana. Al tiempo se podría fomentar un pacto entre las universidades, el Ayuntamiento de Valencia y la Generalitat para conseguir un transporte público multimodal ampliado, mejorado y gratuito para todos los universitarios. Esto no es ninguna novedad, desde hace décadas muchas universidades fuera de España incluyen un pase para el transporte público en la matriculación de cada año.

 

El Ayuntamiento tampoco debería ceder ante las demandas del ocio nocturno dejando aparcar por las noches a los coches en el carril Bus. Además, tanto el Ayuntamiento como la Generalitat deberían adoptar medidas de "acción positiva" que animen a dejar el coche particular en casa cuando se va a trabajar. Se debería practicar la ejemplaridad pública restringiendo a los trabajadores funcionarios y contratados el acceso a los parkings públicos. Debería reducirse el aparcamiento de los vehículos particulares de los trabajadores en las grandes industrias, como son la fábrica Ford y las empresas situadas en el polígono Fuente del Jarro. Hay soluciones eficaces alternativas que no dañan la salud del clima urbano, como es organizar la recogida de los trabajadores en autobuses y como son los coches compartidos. Además, las autovías cercanas de la ciudad, como la V-15, el Bypass o el A-7 deben ofrecer el privilegio de un carril reservado para los coches que llevan 3 o más personas para animar el “car sharing”.

 

Otras medidas más contundentes serían las propias de “Fallas para todo el año”. En los días con subidas de contaminación o en periodos fijos se pueden aplicar muchas de las mismas medidas de restricción de tráfico para los no-residentes, para el acceso al centro de la ciudad y a otros puntos destacados de los barrio que se aplican durante las fiestas. El beneficio común sería aliviar y reconvertir parte de Valencia en unos entornos más amables y respirables para los viandantes, los ciclistas y toda la ciudadanía urbanita. Los nuevos hábitos de desplazamiento serían fáciles de interiorizar dado que la gran mayoría de las distancias en Valencia son relativamente cortas y por ello no supondría un problema insalvable el tener que coger el autobús o caminar algo más de tiempo para llegar a nuestro destino.

 

Para una vida ciudadana y comercial llena de vivacidad en cada barrio hoy resulta insensato seguir ampliando o abriendo grandes centros comerciales en las periferias de la ciudad. Estos imanes que atraen el tráfico rodado, como es el proyecto “Gran Mediterráneo”, o como es el complejo “Buen Aire", provocan un efecto de malos humos bien contrario a lo que se alude en su nombre. No hay justificación posible que valga para que el nuevo gobierno del Ayuntamiento de Valencia no tome medidas para conseguir una significativa disminución del tráfico que enferma a la ciudad y a sus habitantes.

 

No es un problema de falta de medios, ni de falta de información ni de falta de experiencia. Si no nos liberarnos de la dictadura del coche solo será por un déficit de valores morales y de justicia que alimenta la gran irracionalidad de contaminar aire urbano que respiramos cada día.

 

 

 

DAVID HAMMERSTEIN

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6 novembre 2015 5 06 /11 /novembre /2015 00:22

Debajo del asfalto está la tierra: la ciudad permeable

 

En Valencia ciudad, como ocurre en muchas otras grandes ciudades, pisamos poco la tierra. De hecho, en medio del frenesí urbano a menudo ignoramos casi totalmente nuestros intercambios con el suelo y las funciones vitales de la tierra que palpita bajo nuestros pies. El urbanismo dominante empeñado como está en la inflación del cemento se ha dedicado a desconectarnos asfaltando la vida que podría florecer por todas partes.

 

La planificación urbanística mayoritaria impermeabiliza y hace desaparecer la tierra con hormigón y asfalto. A los árboles de las calles se les estrangula autoritariamente por su base aprisionándola con las baldosas de las aceras. Bajo este uniforme feismo gris también languidece la conexión natural de la tierra con las personas, el aire y el clima en muchos cascos urbanos de pueblos y ciudades. Pero a pesar de esta planificada negación urbanita, la defensa municipal de la tierra permeable en el corazón y en las extremidades de la ciudad podría ofrecer unos bienes y servicios ambientales muy valiosos para la ciudadanía y la sostenibilidad ecológica. 

 

Una tierra permeable tiene vivacidad y un variado paisaje de color que cambia al ritmos de las estaciones. Transpira la humedad, absorbe, filtra y limpia el agua creando hábitats para mucha biodiversidad, sobretodo en su forma más menuda. Cuanto más suelo permeable tiene una zona urbana, más disfrute hay en sus calles y plazas y menos sufre por el fenómeno de «isla de calor» causado por la ciudad construida durante el verano. Cuanto más agua es absorbida por la tierra, menos dinero hay que gastar en la depuración y más se previenen las inundaciones. En los centros históricos y en otros barrios antiguos, más permeabilidad en las calles, plazas, paseos y aceras significa menos humedades que trepan por los muros antiguos de los edificios.

 

Resulta imprescindible contar con mucho más suelo permeable que conecte cielo con tierra recogiendo aguas, regulando y dulcificando la temperatura y facilitando la regeneración natural de la ciudad.

 
Debajo del asfalto está la tierra: la ciudad permeable

 

Desde hace décadas muchas ciudades europeas han establecido estrictas normativas urbanísticas municipales y territoriales para garantizar que un porcentaje importante del suelo público o privado sea permeable. No es el caso de la mayoría de las ciudades españolas. Por ejemplo en el caso de Valencia, incluso se ha asfaltado por encima de los adoquines centenarios del centro história. Esta compulsión impermeabilizadora también ha cubierto miles de metros cuadrados del Jardín del Turia con telas asfálticas para crear un cesped artificial plastificado que quiere imitar la hierba verde de los campos de fútbol. En general ocurre que se urbanizan plazas, aceras y avenidas sin ningúna consideración hacia funciones vitales de respiración de la tierra.

 

Hace ya casi 40 años que el urbanista italiano Giussepe Campos Venuti fue pionero en establecer los criterios para la permeabilidad urbana en las ciudades italianas. Esperamos que ahora que ha cambiado el color político de muchos Ayuntamientos y gobiernos autonómicos crezcan las buenas intervenciones urbanas en favor de ganar permeabilidad y se establezcan estrictas normativas reguladoras del suelo permeable en la obras publicas y privadas. 

 

DAVID HAMMERSTEIN

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4 novembre 2015 3 04 /11 /novembre /2015 11:26
Per una València permeable i respirable

 

A València xafem poc la terra. De fet, en mig del frenesí urbà ignorem gairebé totalment les funcions vitals de la terra sota els nostres peus. L'urbanisme dominant i la política majoritària s'ha dedicat a amagar, a impermeabilitzar, a fer desaparéixer amb ciment, formigó i asfalt a la més mínima connexió natural de la terra amb les persones, l'aire i el clima al nucli urbà de València. Però malgrat la nostra negació i ceguera urbanites, la defensa municipal de la terra permeable a la ciutat podria oferir uns serveis ambientals molt valuosos per la ciutadania i per la sostenibilitat de València.

 

Una terra permeable transpira la humitat, percola, filtra i neteja l'aigua i crea hàbitats per a tota mena de biodiversitat, sobretot en la seua forma més menuda. Quant més sol permeable té una zona urbana, menys pateix del fenomen de «l'illa de calor» a causa de la ciutat construïda durant l'estiu, com més aigua és absorbida per la terra, menys diners cal gastar en el tractament de l'aigua i hi ha menys possibilitats d'inundacions. Al centre històric i altres barris antics més permeabilitat dels carrers i voreres podria significar menys humitats que afecta els murs dels edificis.

 

En suma, és imprescindible comptar amb molt més sol permeable que replega aigua, que regule la temperatura i que facilite la regeneració natural de la ciutat. Des de fa quasi 40 anys altres ciutats europees han tingut normatives urbanístiques municipals i territorials per a garantir que un percentatge important del sol, públic o privat, siga permeable. Dissortadament no és el cas de València. Fins i tot, s'ha asfaltat per damunt d'empedrats centenaris del centre històric, es cobreixen milers de metres quadrats del Jardí del Túria amb teles asfàltiques i gespa artificial per a fer camps de futbol «verds» i, en general, s'urbanitzen places, voreres i passejos sense cap consideració vers les funcions vitals de la terra.

 

En donar l´esquena a la terra, València perd habitabilitat, allò que és una tendència especialment preocupant en el context de l'actual avanç del canvi climàtic. Fa vora 40 anys l'urbanista italià Giussepe Campos Venuti va ser el pioner en establir els criteris per a la permeabilitat urbana a les ciutats italianes. A ca nostra és certament una bona notícia que el nou regidor d'Urbanisme Vicent Sarrià ha encetat la promoció d'algunes obres municipals amb sols permeables. Esperem que siga el primer pas d´una nova normativa urbanística municipal vinculant per a totes les obres públiques i privades.

 

 

David Hammerstein

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30 octobre 2015 5 30 /10 /octobre /2015 10:08
El Consell debe actuar por la justicia climática


¿Reducirá sustancialmente el nuevo Gobierno valenciano las emisiones contaminantes de CO2 a lo largo de su mandato?

 

¿Bajará significativamente el número de desplazamientos en coche particular con motor diesel y gasolina?

 

¿Disminuirá notablemente la dependencia valenciana de los combustibles fósiles?

 

¿Moderará globalmente el consumo valenciano del agua escasa y declinante?¿Aumentará la participación de las energías renovables en el mix energético valenciano?

 

La catástrofe climática es el contexto estructural ineludible para las políticas valencianas económicas, urbanísticas, agrícolas, industriales, energéticas, científicas y de transporte. La justicia climática es una prioridad política que ha de ponerse en el centro de la política valenciana. La Generalitat tiene competencias para luchar contra el cambio climático, pero a puertas de la cumbre mundial de París sobre el cambio climático (COP21) no hay noticias sobre la responsabilidad climática del Consell. Resulta preocupante que no tenga objetivos concretos y objetivables mediante indicadores para esta legislatura. Querer reducir y encerrar las posibles actuaciones climáticas en la Consellería de Agricultura y Medio Ambiente de turno es humor negro y una receta segura para empeorar.

 

La justicia climática exige decisiones valientes que pueden implicar conflictos. Actuar por el clima no es políticamente gratis porque exige trastocar el libre mercado y el productivismo enraizado social y culturalmente. Limitarse a actuar solo en algún sector mediante el simple cumplimiento de mínimos, como son los laxos plazos legales europeos, será ineficaz y paralizante.

 

Ante la urgencia y magnitud del desafío climático ya no vale la política economicista obsesionada con el crecimiento a cualquier coste con unos ligeros retoques verdes. No hay tiempo para disimular con declaraciones de principios generales y buenos propósitos la falta de acciones políticas concretas. Tampoco puede dejarse en manos del lento cambio cultural de las buenas prácticas, ni en las agendas 21 de la concienciación ambiental, ni en los estudios técnicos para el diagnóstico de los impactos.

 

La Comunitat Valenciana por ejemplo, ha sido especialmente irresponsable y despreocupada por aumentar sus emisiones de CO2 en un 68 % entre 1990 y 2010. A pesar de la crisis económica, no han bajado las emisiones contaminantes valencianas, sobre todo a causa de la gran dependencia de los combustibles fósiles en los sectores del transporte y la energía, además de las débiles políticas de eficiencia y de la ausencia de una fiscalidad ecológica eficaz. La estructura de la economía valenciana es especialmente voraz en su destrucción ambiental y climática.


La política agraria ha de adaptarse a las mutaciones climáticas. El modelo agrícola químico-intensivo degrada la fertilidad de suelos y aguas, contamina y sobreconsume agua y derivados del petróleo en todo su ciclo. El Consell debe establecer objetivos ambiciosos de reducción del uso del agua, de fitosanitarios y fertilizantes peligrosos, con metas concretas para frenar la erosión de tierras fértiles y un marco regulatorio para el aumento sustancial de la producción y consumo de productos ecológicos. Urge el fin de la urbanización de las tierras fértiles de las huertas agrícolas, un recurso esencial para la seguridad alimentaria ante las incertidumbres y daños que se avecinan.

 

Han de frenarse los grandes centros comerciales periféricos y otras grandes infraestructuras que fomentan el urbanismo disperso, la explosión del uso del coche y las emisiones contaminantes a la atmósfera. Son especialmente irracionales las luchas por los trasvases de agua entre las distintas cuencas fluviales, como entre el Tajo y el Segura: solo cronifican el deterioro ambiental y la escasez haciendo más costosa la obligada transición agrícola valenciana adaptada a la capacidad hídrica de cada cuenca hidrográfica.

 

El gobierno autonómico ha de tener un plan de lucha contra el cambio climático ambicioso, cuantificable y verificable, con compromisos transversales y vinculantes en las políticas sectoriales, en las leyes e inversiones de la Generalitat en esta legislatura. Debe adoptar nuevos objetivos de reducción de emisiones de CO2 en las áreas de competencia autonómica muy por encima del insignificante compromiso del 10 % para el 2013-2020 del anterior Consell del PP.

 

DAVID HAMMERSTEIN

david@davidhammerstein.org

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15 octobre 2015 4 15 /10 /octobre /2015 09:42
 Polítiques climàtiques i anticlimàtiques al centre de València



La justícia climàtica serà local o no serà. Al contrari de la tendència general de posar en institucions polítiques i poders econòmics llunyans tota la responsabilitat i els canvis necessaris davant el greu canvi climàtic, cal assumir que el repte de capgirar la política a favor de l'habitabilitat humana i ecològica del planeta també comença ací i ara a la ciutat de València. A més a més, si agafem les exigències de la justícia climàtica com un eix vertebrador de totes les polítiques de l'Ajuntament de València estem marcant el camí d´una ciutat més sana, més habitable i més solidària.

Fins ara la superficial retòrica climàtica valenciana ha acostumat a ser sectorial, simbòlica i, en general, marginal front a les grans decisions socials, urbanístiques i econòmiques que poden tindre un impacte real i positiu en la gran lluita per prevenir, pal·liar i adaptar-se millor a les enormes mutacions climàtiques de tot tipus que s´apropen més ràpid que pensem.

Feliçment, a la ciutat de València el nou Alcalde Joan Ribó ja ha començat a donar alguns senyals positius, com són les mesures fiscals anunciades per afavorir la instal·lació de plaques solars, la compra de vehicles menys contaminants, la reducció la velocitat màxima permesa al centre històric, algunes xicotetes iniciatives per a restringir el tràfic privat i la promoció de l´ús de la bicicleta. Totes aquestes iniciatives són sense dubte mesures “pro-clima”. Per a que siguen més efectius esperem que aquests primers gestos lloables s´amplien molt més amb objectius concrets, vinculants i amb indicadors quantificables, i que les accions encara voluntàries de "educació i sensibilització mediambiental" s´acompanyen a la vegada d' una aplicació estricta per a assegurar el seu compliment.

Malgrat la bona voluntat mostrada pels nous mandataris a l'ajuntament hi ha encara polítiques “anti-clima”, moltes d'elles heretades de governs anteriors del PP o fruit de lesinèrcies , que són totalment incoherents amb la responsabilitat climàtica al empitjorar i externalitzar els problemes climàtics en la gent i la ciutadania indefensa. Un exemple son els projectes de massius aparcaments públics subterranis rotatoris al centre històric (a la plaça de Bruixes/Mercat Central i al barri del Carme/IVAM) que de segur tindrà un “efecte crida” que perversament provocarà mès viatges en cotxes particulars en lloc d´utilitzar el transport públic per anar al cor de la ciutat. Significarà globalment més emissions contaminants i insalubres a l'atmosfera urbana, a més a més, destorbar amb soroll, fum i perill la vida de vianants i ciclistes. Fins i tot, xoquem amb la sorprenent paradoxa de condicionar el lliurament d´espai als vianants a la creació de més facilitats per al cotxe privat al centre.



No haurem d´aceptar la lògica inercial “anti-clima” dictada per uns malentesos interessos comercials com pareix que està ocurrent amb el repte prioritari de convertir en zona de vianants l'entorn històric i monumental de la Plaça del Mercat. No és possible continuar segrestats per uns quants comerciants a costa de le necessitats conjuntes de preservació i cura del bé comú com és el clima. No és raonable afirmar, com ha fent  algun regidor, que primer cal obrir uns grans parkings al centre històric més emblemàtic de la ciutat per a després poder peatonalitzar la Plaça del Mercat o uns carrerons al barri del Carme. Seria la bogeria de donar un xicotet pas endavant i dos grans passos enrere. De seguir aquest camí una cosa és ben segura: el balanç climàtic serà negatiu i complicarem molt les possibles i viables solucions al tràfic urbà en el futur.

En definitiva, una de les preguntes climàtiques pertinents que hem de fer a l´Ajuntament de València, entre altres, pot ser aquesta: ¿ com i en quin percentatge pensa reduír l´ús del cotxe particular a la ciutat abans del 2020?. Els compromisos concrets i vinculants amb les reduccions de CO2 (del tràfic urbà) i d´altes substàncies contaminants son essencials per a prendre seriosament el canvi climàtic. En canvi, per a una nova política municipal pro-clima
l´obertura de nous aparcaments per als no-residents al centre històric sempre serà part del problema i no de la solució.

 

David Hammerstein

davidhammerstein.com commonsnetwork.eu
 

 Polítiques climàtiques i anticlimàtiques al centre de València
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12 octobre 2015 1 12 /10 /octobre /2015 10:47

Temps des Communs event, Paris, Saturday, October 10th

Some basic commons principles and some possible contradictions for considering the urban commons

 

AIR: "the simplest of all commons is the air we breathe" While historically and socially, the air of the city made you free in an individual sense, today the air of the city (specially in the days of volkswagen style diesel) can make you sick. The need to defend our common clean air is not a principle that needs to be reconsidered in assembly. Ecological sustainability such as clean air and fightting climate change are basic "previous principles", something that generally should not be subject to negotiation, just like racism, sexism or policies of social inequity. Of course, what this means in practice is open to democratic debate.

CRAZY SCARCITY VS. ABUNDANCE: We live in a totally irrational situation in our official economy where we act as if our increasingly scarce natural resources were limitless, while our states (like they are attempting in TPP and TTIP trade agreements) are building higher and higher artificial walls of IPR around what is really abundant: our immaterial sphere of culture, science, imagination and creativity. One of the objectives of the knowledge commons is to substitute intense individual over-consumption of the biophysical world with greater access and relationships with immaterial productions inside and outside the digital sphere.

HEALTH VS. ECONOMY: Paraphrasing Aldo Leopold: Our societies are like a hypochondriacs, so obsessed with their macro-economic health that they end up losing their health altogether. The commons is about recovering our social and environmental health with new indicators of participation, inclusiveness and fruitful relationships.

PUT THINGS TOGETHER, OPEN UP CONTAINERS: Bauwens: The main transformative ideas that are penetrating the economy are open economy, solidarity economy and ecology. But they are being applied independently from each other. We need these ideas to converge for the birth of an Open Source Circular Economy. Eg. community based software and internet access, co-housing, food cooperatives, credit unions, time banks, Faircoops, hackerspace cooperatives, crowdfunding , open science, open access policies..

PEDAGOGY OF CATASTROPHE: We need to urgently expand commons initiatives to confront the growing social and ecological crisis (for example present refugee crisis) to be able to respond to social-ecological crisis with flexibility and resilience. The EU and states in general are showing their unwillingness and incapacity to play this role with solidarity and foresight. The coming crisis, worsened by the combined force of climate wars, stark inequality and ethnic nationalism, will put us to test sooner than we think.

COMMONS WITH SUBSTANTIVE VALUES NOT JUST COMMUNICATIVE ONES: Commons link individuals, communities and ecosystems. Ugo Mattei: "The Commons must question the domains of private property(and its ideological apparatuses such as self-determination and the market) and the state. Not a third way but an ecologically legitimized competitor or foe of the alliance of private property and the state." In other words, the Commons should represent substantive values not just communicative ones involving participation and horizontal organization.

URBAN COMMONS AS A STRATEGY FOR SURVIVAL: We are not just for dealing with "the left overs", or in urban terms the "terrain vague", the peripheral undefined edges of the city, We need to transcend the Market-property-State dualism that dominates our society based on individualism and competitiveness. The Commons is incompatible with simply a rights-based individual autonomy idea as developed today. Beyond Western liberal thought, we need to move to the idea that each individual´s survival depends on its relationship with the community, with the environment.

QUALITATIVE VS. ONLY QUANTITATIVE. The commons are an ecological qualitative category based on connection, inclusion and access, whereas property and state sovereignty exclusively use quantitative economical/economicist categories based on exclusion and artificially produced scarcity (especially of immaterial goods) through the violent concentration of power into a few hands. The Commons, unlike private or public goods, are not commodities and cannot be reduced to the language of ownership. They express a qualitative relationship.

THE COMMONS NEEDS STRUCTURAL AND POLITICAL CHANGE. We need the commons to have an institutional structure reflecting long-term ecological sustainability and social inclusion. It is admirable and exemplary but it is not enough to have scattered, small examples of urban commons.

CHANGING OUR RELATIONSHIP WITH "THINGS". As opposed to the subject-object relationship that produces commodification, We are the commons to the extent we are part of a concrete environment, a rural or urban ecosystem, where the subject is part of the object. Today there is an absolute domination of the subject (state or individual property owner) over the object (territory or more generally the environment) while the commons focuses on socially broadening and improving the complementary relationship and mediation between the two (subject-nature).

SOME POSSIBLE CONTRADICTIONS of URBAN COMMONS AND POSSIBLE RESPONSES

Important: we cannot ask the commons to solve all problems, to be an all encompassing model. It is an important strategy, among others, that can help point the way out of some of our present quagmires of inequity, ecological demise and alienation. We don´t have all of the answers, only some forms and principles of alternative urban action and organization that could help build a counter-narrative with on-the-ground realities.

MARGINAL LAND AND POLITICALLY: Are we only able to act with the left overs of the city, the "terrain vague", the peripheral borders? How can we avoid becoming marginal tokens? It is important for commoners to complement practical commoning with broader structural political challenges of the irrational and unsustainable present management of our cities; to be both a real example of alternatives and a platform for commons ideas.

ONLY SMALL SCALE?  Are the commons initiatives only valid for small scale urban or rural projects? One possible response is to "confederate" commons initiatives in regional, national and European "Assemblies of the Commons" and "Chambers of the Commons" that could extend, facilitate and promote commons values and actions in the institutional and broader economic and social spheres.

ARE WE "PROCESS FREAKS"? Can the process of negotiation and communication of commons initiatives become a very tiresome, entropic end in itself, substituting political substance with democratic communication. Or can sometimes the stress on consensus in broad negotiations avoid necessary conflicts of interests and positively promote small, slow reforms but even weaken more radical alternatives for the city?

KNOWLEDGE PARASITES Knowledge is Power: Can our successful open knowledge economy be subject to parasitical extraction by big commercial interests? Open access for whom and for what? We are in the need to develop new methods and/or licensing strategies to make sure that knowledge in the commons benefits the common good of equity, sustainability and democracy

DIE FROM SUCCESS Can our physical success (even on a small-scale of commons projects such as urban agriculture or culture) in a neighborhood be motive of gentrification, creating new exclusive borders in a diverse area? How can we avoid becoming a "variation on a theme park"? We must place stress on the principles and practice of integration of diversity, social inclusion, long and permeable borders and liminality, as expressed by Richiard Sennett.

COMMONS CANNOT SUBSTITUTE STATE OR NOT? How can we not be an expression of the substitution of the state or even worse the "Great Society" as an option to a withering state? State social guarantees and social facilitation are always a crucial part of the urban commons.

VOLUNTEERISM,STABLE STRUCTURES AND BURN OUT. Stable structures or voluntarist "burn out". Voluntarism can lead to unsustainability of projects. Can we have professionalization without greater hierarchy? Some professionalism and hierarchy is obviously necessary for the stability of projects over time.

ENEMIES OF OUR ENEMIES ARE NOT ALWAYS OUR FRIENDS: Can we overcome the productivism and economicism or keynsian pro-growth ideas of our left allies in or outside of power? It is not at all a given that our anti-austerity allies or new left party allies share or lend any priority to our work. It is very important for urban commons to retain their political pluralism and independence while exercising political commitment.

BRING THINGS TO THE SURFACE: Can we contribute to visibilize hidden ecological and social processes of the city? Water, immigration, energy, soil, gender, religious and ethnic differences, .. can evidently become more visible and socially appreciated and valued by means of urban commons projects.

Defending what it means to be human:

Flora Michaels in Monocultures: "It is not that the economic story has no place in the world. But without other stories..we have found essential throughout history, we imprison ourselves. When the languages of other stories begin to be lost, we lose the value of diversity and creativity that keep our society viable. We´re left trying to translate something vitally important to us into economic terms so we can justify even talking about it… we end up missing what it means to be human."

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17 septembre 2015 4 17 /09 /septembre /2015 07:52
Crisis ecológica, translimitación y decrecimiento

 

La crisis de la civilización industrial

La civilización industrial que dominó en el siglo XIX y XX se encuentra inmersa en una profunda crisis con el derrumbe de muchas de sus instituciones, mitos y valores culturales más preciados. Crecen las desigualdades entre los seres humanos y aumentan las distancias entre ricos y pobres a efectos de las privaciones e injusticias que imponen las políticas neoliberales del dominio del mercado y la economía monetaria globalizada. También se da una parcial transferencia de decisiones políticas del estado-nación al ámbito transnacional y emergen reacciones de recuperación de las identidades políticas de comunidades culturales reducidas. Han entrado en crisis los paradigmas tradicionales de la racionalidad tecno-científica cuando se trata de fenómenos y objetos de estudio tan complejos y multidimensionales como es el sistema sociedad humana-naturaleza, que reclaman enfoques interdisciplinares y transdisciplinares capaces de derribar tabicaciones enquistadas entre las disciplinas académicas. Muchos de los paradigmas principales de las ciencias modernas constituyen un modo simplificador de organizar el conocimiento que reducen la complejidad ontológica de las realidades y fenómenos mediante una “objetividad fragmentadora”. Las ciencias alejadas de las complejas interdependencias socioecológicas han de cuestionarse en favor de nuevas epistemologías que reconozcan e integren la multidimensionalidad interconectada del mundo y de nuestra existencia humana, que en realidad nunca ha estado separada del mundo físico-natural. Pertenecemos al sistema sociedad-naturaleza.

 

Entre las muchas expresiones sociales, culturales, económicas, tecno-científicas y políticas, el signo más evidente de la extensión y profunda gravedad de la crisis de la actual civilización industrial y de sus tendencias expansivas de crecimiento es eso que se ha venido a llamar la “crisis ecológica”. Esta tiene un carácter global y civilizatorio, ya no se circunscribe a ámbitos locales como ha ocurrido en el pasado, cuando sociedades humanas se colapsaron por sobreexplotación de los recursos ambientales locales de los que dependían a causa del rebasamiento de los límites biofísicos críticos y el consecuente deterioro de las capacidades bioproductivas de los ecosistemas.

 

La actual crisis ecológica es singular y única, carece de precedente histórico conocido por tener dimensiones globales, y en lo fundamental tiene su origen histórico en el avance del desarrollo y el éxito de la modernización tecno-industrial. Se trata de una crisis de supervivencia colectiva de seres humanos y seres no humanos, pero no es fruto de un simple error de cálculo o de una anómala desviación subsanable del desarrollo tecno-industrial, sino que está en sus mismos fundamentos. Aunque otras sociedades humanas esquilmaron y degradaron los ecosistemas locales de los que dependían para su supervivencia y decayeron por ello, hoy día la creciente escala física de la población y la economía humana necesita abastecerse de ingentes cantidades de energía y recursos materiales que se extraen de cualquier parte del mundo físico-natural, superando con creces la acotada escala de los hábitats naturales locales. Es creciente y está fuera de control la huella destructiva de la acción humana en los metabolismos y sistemas vivientes de la biosfera.
 

Numerosa investigación científica revela los inmensos y crecientes daños y desequilibrios naturales generados por las actividades humanas, que son de tal escala que no existe ya región ni sector de las sociedades humanas capaz de esquivarlos. Muchas evidencias empíricas indican que las sociedades humanas se encuentran inmersas en un gigantesco experimento generador de dinámicas sinérgicas inéditas e imprevisibles que amenazan la supervivencia y continuidad de la especie humana, la biodiversidad, las capacidades bioproductivas y los delicados equilibrios naturales del planeta y la vida construidos inmemorialmente en la historia de su evolución biológica.

En el mundo real –cuya ontología básica consta de sistemas complejos adaptativos múltiplemente interdependientes–, las curvas de crecimiento exponencial no duran mucho; se aplanan formando una curva sigmoidea, o se vuelven oscilantes, o se derrumban… Sin embargo, la fantasía dominante hoy en la cultura mayoritaria espera que la desbocada curva exponencial de nuestro “progreso” dé un salto a otra dimensión –lo llaman “Singularidad”— que nos convierta en ángeles o dioses. Nuestro destino teológico, según esta tecnolatría, es el transhumanismo.

Ah, las elites culturales y sus engaños sacerdotales… ¿Son hoy tan diferentes los profetas del transhumanismo –respecto a los clérigos cristianos que prometían la vida eterna?

- See more at: http://tratarde.org/transhumanismo/#sthash.4Tj5LJLW.dpuf

En el mundo real –cuya ontología básica consta de sistemas complejos adaptativos múltiplemente interdependientes–, las curvas de crecimiento exponencial no duran mucho; se aplanan formando una curva sigmoidea, o se vuelven oscilantes, o se derrumban… Sin embargo, la fantasía dominante hoy en la cultura mayoritaria espera que la desbocada curva exponencial de nuestro “progreso” dé un salto a otra dimensión –lo llaman “Singularidad”— que nos convierta en ángeles o dioses. Nuestro destino teológico, según esta tecnolatría, es el transhumanismo.

Ah, las elites culturales y sus engaños sacerdotales… ¿Son hoy tan diferentes los profetas del transhumanismo –respecto a los clérigos cristianos que prometían la vida eterna?

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El conjunto de problemas que suelen agruparse bajo la expresión de 'crisis ecológica' aluden a las condiciones cada vez más dañadas de supervivencia para los sistemas vivientes y las sociedades humanas. La humanidad contemporánea en su conjunto se enfrenta ante una encrucijada de caminos. La posible y deseable opción de las sociedades humanas por su continuidad en el tiempo implica la necesidad urgente de realizar cambios sociales radicales en favor de las exigencias de la “sostenibilidad ecológica y social”. Tal y como se viene anunciando desde hace décadas mediante numerosos informes científicos sobre el estado de degradación de los sistemas naturales, lo que está amenazado es el mismo futuro de las sociedades humanas y del conjunto de la vida en la Tierra tal y como la conocemos. Será una tragedia colectiva inevitable si continúan las tendencias del desarrollo ambientalmente destructivo, como son las incorporadas en el aumento poblacional, en las tecnologías, en los estilos de vida ostentosos y derrochadores del sobre-consumo y la producción y en las ciencias y la instrucción académica, entre otras.

 

Primeras alarmas

Las primeras voces de alarma internacional científicamente fundadas se dieron con el primer informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento en 1972. Este estudio predijo que si las tendencias entonces existentes del crecimiento económico se prolongaban en el tiempo sin cambios sustanciales, el resultado sería una situación de rebasamiento en la segunda década del siglo XXI y, eventualmente, un colapso de la sociedad industrial. Es decir, si continuaba el aumento de la población humana, de la escala de la economía material, del consumo de los recursos naturales no renovables, de la contaminación y degradación de los ecosistemas, la biodiversidad y especies.
 

La revisión actualizada del informe mundial treinta años después (Meadows, 2006) enfatizaba que la humanidad ya ha llegado a una posición de sobrepasamiento de los límites biofísicos tolerables por los sistemas naturales. En el estudio de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio del 2005 se constata que 2/3 de los servicios de la naturaleza están deteriorándose en el mundo. Otras conclusiones señalan que en la segunda mitad del siglo XX, los seres humanos han transformado los ecosistemas más rápidamente que en cualquier otro período previo de la historia, y como resultado, los daños a la diversidad biológica han sido considerables y en buena medida irreversibles. Esos cambios aceleradores de la decadencia y esquilmamiento del mundo natural, están conectados con el incremento considerable del desarrollo económico y de la abundancia material sustentados en costes severos en lo que respecta a la degradación de muchos bienes y servicios naturales de los ecosistemas, lo que comporta un mayor riesgo de cambios no lineales imprevisibles y un agravamiento de la pobreza y miseria para una creciente parte de la humanidad. La prolongación y continuidad de esos daños humanos y ecológicos, de no ser corregida, disminuirá considerablemente las oportunidades y los beneficios que se podrán obtener de los ecosistemas y la capacidad de carga de los mismos. La degradación de los bienes y servicios de la naturaleza podría empeorar mucho durante la primera mitad del presente siglo XXI, haciendo imposible la reducción de las condiciones de pobreza humana, la mejora de la salud y el acceso a los servicios básicos para buena parte de la población mundial. También se señala en dicho informe que sí existe la capacidad y los medios humanos para invertir la orientación de estas dinámicas de suicidio autoinfringido. Pero el empobrecimiento y destrucción de los ecosistemas solo podrían ser parcialmente revertidos mediante cambios sustanciales en las políticas, las instituciones, los valores y creencias y en las prácticas sociales, aunque por el momento el florecimiento de tales cambios no están produciéndose.

 

Hoy constituye una urgente carrera contra el tiempo el poder frenar las catástrofes socio-ecológicas generadas a consecuencia del avance de las sociedades tecno-industriales y la economía mundializada. Sus dimensiones biodestructivas han adquirido escalas gigantescas y ya afectan al conjunto de Gaia. A pesar de ello, las creencias y valores culturales dominantes impulsados por las instituciones continúan atrapados en la miopía cultura antropocéntrica heredada de la modernidad occidental. Este dualismo perceptico y valorativo de separación entre los humanos y el resto del mundo físico-natural se encarna en unas concepciones fantasiosas y erróneas de superioridad y de desconexión jerárquica y dominadora entre la sociedad y mente humana y la naturaleza y el resto de seres vivos. Estos delirios culturales hoy se expresan en las miopes ilusiones tecno-optimistas y en los cantos de sirena productivistas del crecimiento de la economía material y la adicción por la abundancia ilimitada como camino para la obtención de riqueza y bienestar en un planeta percibido como no finito.

 

Pero en el mundo materialmente finito que habitamos, cuya ontología básica consta de sistemas complejos autoorganizadores múltiples e interdependientes, las curvas de crecimiento exponencial no duran mucho, se achatan formando una curva sigmoidea, o se vuelven oscilantes con algunas pequeñas recuperaciones, o caen en picado y se derrumban. Sin embargo, la arrogante cultura moderna en la que estamos sigue empeñada en que la descontrolada curva exponencial del "progreso" y el "desarrollo" siga hacia arriba como si nada y salte mágicamente por encima de cualquier obstáculo. Pero nada puede crecer ilimitadamente en un sistema cerrado en materiales como es la Tierra. Sus portavoces sueñan con una imposible existencia fuera del universo físico material terrestre que habitamos, como si acaso no fuéramos primordialmente seres vivos que solo podemos sobrevivir enraizados en los ecosistemas biofísicos de la Madre Tierra, como siempre lo hemos hecho. Los nuevos sacerdotes tecno-científicos y sus idolatrías salvadoras solo pueden traernos la perdición colectiva.

 

Translimitación

Se constata desde hace cuatro décadas el alcance excesivo de los daños ambientales, lo que constituye una clara señal de insostenibilidad. Ante el rebasamiento de los límites físico-naturales en un planeta finito en materiales, cuya consecuencia es la decadencia progresiva y la crónica escasez de todo tipo de recursos naturales vitales para el abastecimiento y continuidad de las sociedades humanas, se hace necesario buscar respuestas eficaces fuera del dogma del crecimiento económico y del aumento de la escala física de la economía y la población humana, que dejan de contribuir al bienestar. Si optamos por evitar el colapso traumático y fraticida al que nos empuja el desarrollo tecno-industrial, nos encontramos ante un urgente dilema civilizatorio que aconseja el abandono consciente y voluntario del moribundo desarrollo para avanzar hacia una sociedad post-carbono.

 

Pero los estados futuros de un sistema complejo adaptativo, como son las sociedades humanas en interdependencia múltiple con otro sistema complejo adaptativo como es la biosfera, no son predecibles por depender de interacciones no lineales ni finalistas entre los múltiples estados del sistema y las muchas decisiones colectivas adoptadas por los diferentes actores sociales. Constituye una premisa epistemológica básica el reconocimiento de que la dinámica del cambio social es radicalmente indeterminista e incierta, se inserta además en la incertidumbre de la historia humana en interacción con otro sistema complejo, no controlable ni cognoscible: la evolución biológica y procesos autopoiéticos de los sistemas vivientes. Son estrechos y delicados los umbrales naturales críticos dentro de los cuales son viables los procesos biogenerativos del planeta y en los que pueden sobrevivir las sociedades humanas, y muchos de ellos ya han sido ya traspasados a causa de la acción humana, y a menudo lo han hecho de forma irreversible. Es muy probable que las transformaciones ambientales creadas por las sociedades humanas, como por ejemplo es el denominado cambio climático, o como es la acelerada desaparición de ecosistemas y de biodiversidad, hayan alcanzado ya umbrales críticos irreversibles sin vuelta atrás posible, de modo tal que estas transformaciones simplificadoras y contaminantes hagan inevitable el desencadenamiento de alteraciones no lineales impredecibles e incontrolables que amenazan con hacer imposible la vida humana y la vida en general en buena parte del planeta.

 

En consecuencia, la era del desarrollo y de los combustibles fósiles inevitablemente se acerca a su fin. Esta anunciada estación de llegada nos ha de obligar a reflexionar en el presente sobre las perspectivas de cambio y futuro. También nos empuja a revisar muchas de las desafortunadas creencias, valores y prácticas tecno-optimistas que siguen guiando mayoritariamente los comportamientos individuales, colectivos e institucionales presentes en la política, la economía, la producción y consumo, las tecnologías, la cultura, la enseñanza y las ciencias. 

 

El dualismo antropocéntrico

A consecuencia de nuestra primigenia identidad terrestre y ecológica los seres humanos existimos en dependencia vital de los recursos y servicios del mundo natural frágil y finito. Existen límites físicos y restricciones naturales infranqueables para cualquier sociedad y acción de los humanos que quieran continuar y sobrevivir en el tiempo. Pero contrariamente, la desmesura fáustica de la cultura moderna parte de falsas creencias culturales que entronan los valores de la razón, la libertad, la voluntad y la autonomía del ser humano, a su vez encarnados en una visión que establece una radical separación entre el mundo de los objetos, el mundo de los seres no humanos y de los seres humanos. Pero lo cierto es que no existen nada parecido a estos dualismos separadores en el mundo complejo que habitamos puesto que la realidad de la humanidad siempre ha sido socio-natural o eco-social. Los humanos y sus sociedades siempre han estado supeditados a los límites impuestos por su pertenencia al mundo físico-natural, y su verdadera historia ha sido de mezclas híbridas y de interacciones entre culturas y naturalezas. En realidad nunca hemos sido tal y como los modernos han ideado .
 

Una de las causas principales de la crisis ecológica terminal que hoy pesa sobre la humanidad es también de índole mental y cultural, generada por la ilusión metafísica que separa radicalmente a los seres humanos de la naturaleza generando la obsoleta ficción antropocéntrica de superioridad jerárquica, poder y control humano. Esta funesta miopía cultural de excepcionalidad y omnipotencia humana prometeica perdura, y se expresa comúnmente mediante la ignorancia y el desprecio de las necesidades ecológicas del planeta y de los límites naturales que se imponen constrictivamente a toda acción humana.

La realidad ecológica a la que pertenecen las sociedades humanas no se acomoda fácilmente a las interpretaciones culturales modernas, ni tampoco a las divisiones y separaciones en las que se ha compartimentado el conocimiento científico, tal y como afirma el sociólogo de la ciencia Bruno Latour. Ni la naturaleza ni ninguna de sus partes constituyentes pueden explicarse adecuadamente en términos de mundos y disciplinas separadas, impermeables e incapaces de comprender que un rasgo fundamental de la ecosfera son los patrones de orden, nos ha recordado Edward Golmisth. Estos solo pueden mantenerse si todos los procesos vitales dentro de ella se sujetan a restricciones y regularidades impuestas por los sistemas más amplios que lo constituyen formando así la jerarquía y la estabilidad dinámica del mundo terrestre, tal y como han señalado reconocidos ambientalistas como James Lovelock con su teoría “Gaia”. Se pueden clasificar como físicas, biológicas o químicas algunas de las preguntas formuladas al mundo viviente de la Tierra, pero no a los fenómenos en sí, puesto que estos integran bajo formas complejas y jerárquicas de relación e intercambio todos los niveles organizativos, generando en su integración emergencias y características nuevas que no están en las partes. Las separadas barreras disciplinares y académicas establecidas entre las ciencias físico-naturales y las ciencias sociales hacen posible considerar de forma aislada y reduccionista los procesos sociales, que en apariencia solo están sometidos a leyes propias y particulares del mundo social, en vez de aquellas que gobiernan todos los procesos que ocurren en el mundo físico-natural.

Hoy en día la mayoría de las percepciones y discursos sociales principales continúan anclados en las supersticiones del dualismo antropocéntrico y en los anacrónicos valores destilados de la modernidad industrial que comenzó hace varios siglos, en los que la naturaleza es ignorada o bien despreciada y ocupando un lugar marginal al supeditarla a las metas humanas. Las creencias mayoritarias siguen exaltando un modelo de sociedad humana que ya no es viable en un planeta limitado, esquilmado en materiales y ecológicamente moribundo, por basarse en los valores materialistas y productivistas del bienestar y del crecimiento ilimitado al tiempo que caen en un vacío de referencias físicas y biológicas. Esta atrevida ignorancia de los límites naturales y de las necesidades biogenerativas del mundo viviente al que pertenecemos, que es fuente primera y condición fundacional que hace posible la existencia humana, ha de ser cuestionada desde el reconocimiento de nuestro inevitable encarnamiento en los procesos naturales y la evolución de la biosfera terrestre. Los procesos del cambio histórico son transformaciones no solo sociales y humanas guiadas por la razón, la voluntad y la libertad, sino que obedecen a constricciones socioecológicas o ecosociales en compleja interdependencia y articulación.

 

Las mentalidades e imaginarios del dualismo moderno separador entre mente y materia, entre cultura y naturaleza, defensoras como son de la separación, autonomía y superioridad conquistadora de los humanos, siguen caracterizando las prácticas de la economía, la producción, el consumo, las subjetividades, la racionalidades, la ciencia, la enseñanza, la política, el contrato social, los derechos, las aspiraciones de bienestar, riqueza y cambio. La modernidad occidental desde sus inicios ha olvidado la irremediable conexión existente entre tres comunidades que constituyen el mundo y lo colectivo: los objetos, los seres humanos y los seres no humanos, y al percibirlas y conocerlas las simplifica, las separa asimétricamente y las purifica y jerarquiza adjudicándoles distintos campos valorativos e identitarios a cada una. Las diferencia y desconecta mediante el establecimiento de separados regímenes institucionalizados de conocimiento, valor y actividad. Ha separado radicalmente los asuntos de la política y de la sociedad humana de los asuntos de los hechos materiales y biológicos y su estudio científico. Las realidades definidas como pertenecientes a la sociedad humana, a la razón, la libertad, la voluntad, la racionalidad el autogobierno y la acción humana, se tratan como externas y ajenas a las tareas adjudicadas al conocimiento científico que da cuenta de los “hechos objetivos”, de las cosas pertenecientes la naturaleza y al reino de la necesidad, y no al reino de la libertad, las creencias subjetivas y la moral.
 

Para las prácticas sociales y su conocimiento y estudio científico se desarrollan narraciones y categorías legitimadoras que nos hablan con nociones exclusivamente humanas: un cuerpo político, un Estado, unas leyes, una ciudadanía con formas de representación y delegación en la toma de decisiones, unas cámaras e instituciones para ello, unos sistemas de creencias, valores y normas de convivencia y paz, unas necesidades, unas formas de reparto, una economía, unos derechos, un contrato social, etc. Pero las dimensiones físicas y biofísicas de la convivencia humana se externalizan, apenas tienen espacio dentro de estas orientaciones y categorías de análisis, aunque en la realidad reconstituyen una multitud inmanente presente, posibilitadora y limitante de las prácticas e interacciones humanas que siempre son socio-ambientales.

 

Al mismo tiempo, los asuntos de la ciencia y de los “hechos objetivos” del mundo físico-natural se tratan mediante métodos científicos de conocimiento considerados como si fueran neutrales e inmaculados en valores sociales, solo se reconocen los valores estrictamente cognitivos y epistemológicos para la experimentación y la construcción de teorías verdaderas explicativas de los hechos. Ocurre como si acaso las prácticas de la ciencia estuvieran fuera de la sociedad humana y de su estructura social particular e histórica. Desde esta fantasía omnipotente y prometeica de una objetividad científica sobre los hechos externos a la humanidad y la conciencia basada en la neutralidad, la separación y en el no estar en ninguna parte, las realidades y fenómenos estudiados por las corrientes principales de la ciencia se idealizan, se simplifican y purifican como si no fueran construcciones humanas y fenómenos sociales generados en ciertas circunstancias y contextos socio-ambientales particulares que inevitablemente los median.
 

Pero nuestra existencia no es la del abismo separador entre la naturaleza y la sociedad humana, tal y como se ha ideado fantasiosamente por la modernidad occidental. Su potente prejuicio antropocentrismo está anclado en un radical dualismo separador entre la naturaleza y la sociedad humana que empuja hacia actitudes negacionistas. Estas cegueras son incapaces de reconocer nuestra inevitable interdependencia con la biosfera y la continuidad e interconexiones existentes entre las heterogéneas dimensiones socioecológicas del mundo: la social, cultural y política, y la material, física y biológica. Las sociedades humanas y su historia no son independientes ni autónomas, nunca han estado separadas del mundo físico-natural sino que están encarnadas en la evolución biológica y los procesos biocreativos de los sistemas vivientes, son hijas de una inmemorial y singular historia evolutiva de los ecosistemas y la biosfera terrestre. Luego la Tierra es nuestra única y común casa planetaria: oikos. La biosfera terrestre está conformada por el tejido interactivo de ecosistemas, eso que llamamos naturaleza constituye a la vez el contexto, la parte y el final de cualquier interacción humana, individual y colectiva, aunque las mentalidades modernas se empeñen erróneamente en separarnos y en devaluar el resto de seres vivos y ecosistemas considerándolos como si solo fueran simples medios y recursos al servicio exclusivo de los fines e intereses humanos. Lo único cierto es que los seres humanos y sus sociedades pertenecemos y somos parte de los sistemas naturales sistema y nuestro futuro está inevitablemente ligado al suyo. La naturaleza es la fuente primordial de toda riqueza, de los bienes y servicios necesarios para nuestra supervivencia, y siempre ha ocurrido así.
 

Lo que está dramáticamente en juego es la misma sostenibilidad o continuidad en el tiempo de las sociedades humanas y de la diversidad del mundo viviente que se apaga a marchas forzadas. Pero paradójicamente los sistemas económico-sociales de libre mercado, mixtos o planificados, continúan como si nada pasara bajo el espejismo de los ideales fáusticos del desarrollo y el crecimiento económico ilimitad, ahora bajo nuevos ropajes retóricos, como son las nociones tan exitósas del crecimiento sostenible y el desarrollo sostenible. Nuestras creencias, valores e instituciones principales siguen impulsando un trato despreciativo y devastador hacia la naturaleza que da sostén a la diversidad de formas de vida y a la vida humana, lo que puede estar dañando de manera irreparable las capacidades de la biosfera para mantener la vida humana y el resto de mundo viviente que aún sobrevive.
 

Se nos impone pues, como requisito para enfrentarnos con cierta eficacia a la crisis ambiental en la que nos encontramos, la aplicación de radicales cambios en nuestros comportamientos y formas de pensar, individuales y colectivas. No solo son necesarios los cambios en las acciones individuales de la población, sino que estos deben ir acompañados de cambios sociales y políticos de amplio calado estructural, cambios en los los derechos y la legislación, en los modelos de producción y en las instituciones principales. Sólo así será posible vislumbrar salidas y poner frenos de emergencia ante el descarrilamiento para al menos detener las acciones irreversibles de aniquilación de los sistemas naturales fundamentales que tienen tras de sí una larga e inmemorial historia de creación hasta alcanzar su actual estado.
 

Los procesos del cambio histórico son transformaciones no solo sociales y humanas sino socioecológicas o ecosociales, en compleja interdependencia y articulación. A partir de esta meta vinculada al cambio de conciencia y de valores no dualistas, como son los de la suficiencia, la conservación y la reparación ambiental, se hace necesario el reconocimiento de las fuerzas y actores sociales que históricamente están empujando de manera incipiente estos cambios necesarios en medio de correlaciones de fuerzas a menudo muy desventajosas. En los “conflictos socio-ecológicos” confluyen tensamente las fuerzas y actores sociales de la preservación ambiental enfrentadas a las fuerzas sociales del desarrollo productivista.

 

Sostenibilidad y desigualdades

Además de sus características naturales y ecosistémicas, la crisis ambiental en la que estamos inmersos tiene una dimensión estructural de aguda desigualdad humana: en el reparto y acceso a los recursos naturales y en el reparto desigual de los daños, riesgos y peligros medioambientales. Existe una minoritaria parte de la población humana a escala planetaria que vive en la sobreabundancia, sobre todo los seres humanos del mundo desarrollado y las élites y clases medias de los llamados países en vías de desarrollo, cuyos estilos de vida consumen materias primas a una escala nunca vista, que en la economía y mercados globalizados vienen de cualquier parte del planeta, generando a la vez una gran cantidad de residuos tóxicos que dañan los frágiles ciclos geobioquímicos. Estas formas de vida sobreconsumidoras se sustentan en el empobrecimiento de la parte mayoritaria de la población humana del planeta, que difícilmente tienen acceso suficiente a los bienes y servicios ambientales que son necesarios para satisfacer las necesidades más básicas y generan una huella de destrucción ecológica muy pequeña. Si se llegara a optar por el cambio de actual modelo civilizatorio para poder hacer las paces con el planeta será necesario aliviar el sobreconsumo despilfarrador de los recursos materiales limitados y cada vez más escasos del planeta y las formas mundiales de distribución desigual en las que se asienta. Las metas de la equidad social están inevitablemente relacionadas con las metas de la sostenibilidad y con el deseable ajuste de nuestras formas de vida a los límites biofísicos y la fragilidad intrínseca de la biosfera.

 

Las problemáticas fundamentales planteadas por las exigencias de la sostenibilidad ecológica y social han de ser abordadas desde una teoría social ecológicamente fundada, como puede ser la desarrollada desde los enfoques multidisciplinares de las ciencias ambientales. Desde el paradigma ecológico también se revisan y cuestionan también los valores de carácter ético y moral solo circunscritos a los ideales humanos, abstractos y universalistas, también presentes en los derechos y legislación centrada exclusivamente en los seres humanos del presente, concebidos como los únicos sujetos de derecho. Se amplía con ello el campo de la moral al incorporar nuevos sujetos de protección y cuidado, revisándose los principios antropocéntricos de la justicia, la solidaridad y el reparto justo de recursos al incorporar nuevas pautas y orientaciones de valor desde la perspectiva de una solidaridad y justicia intra-especies, inter-especies e inter-generacional.

 

Entre los animales humanos el uso de recursos ambientales per cápita tiene muchas variaciones y genera desigualdades según clases, razas, etnia, sexo, edad, países, … Por ello, la sostenibilidad ecológica no se limita solamente a dar respuestas ambientales que reduzcan la amplitud de la huella ambiental destructiva de los seres humanos, también ha de acompañarse de cambios en favor de la sostenibilidad social, afrontando la grandes desigualdades existentes en el consumo de recursos ambientales y en la distribución de los daños, riesgos y peligros ambientales.
 

La gran variabilidad y desigualdad humana en el consumo de energía y materiales hace imposible el reducir la sostenibilidad a las exigencias de conservación y regeneración solo basadas en las dinámicas de la ecología general de los sistemas naturales. Por tanto, también se hacen necesarios y urgentes los análisis y cambios que afectan a las sociedades humanas y sus instituciones, que son analizados como objeto de estudio por las ciencias sociales ecológicamente fundadas. Ante la realidad del sistema sociedad humana-naturaleza, además del mundo natural también han tenerse en cuenta otras realidades humanas interactuantes, como son: la organización social y la estructura de desigualdades, los modelos de producción y consumo, los sistemas de conocimiento, creencias y valores culturales, las exigencias políticas y éticas de la justicia social, entre otras dimensiones.

 

Es decir, la sostenibilidad ecológica y sostenibilidad social han de ir de la mano, lo que además de exigir cambios radicales en nuestras pautas de producción, sobre-consumo y desigual distribución de los recursos, obliga a enfoques de conocimiento y ciencia menos reduccionistas y parceladores, y capaces de integrar las aportaciones de las ciencias físico-naturales, las ciencias sociales, la ética y la política. Esto ha de implicar objetos de conocimiento socio-ambientales, que abarcan todas las áreas de la acción social, individuales y colectivas, que incluyen fenómenos como el control de demográfico, la política, las leyes, la producción, el consumo, la agricultura, la industria, el sistema educativo, la ciencias,  las tecnologías.
 

En relación a las relaciones inter-especies, la particular cultura moderna en contraste con otras culturas de sociedades vernáculas, declara superior y dominadora la especie humana y otorgándole el derecho apropiarse de una parte creciente de la riqueza y nichos ecológicos del planeta que son considerados como simples recursos al servicio exclusivo de intereses y fines humanos. Este prejuicio cultural especista y antropocéntrico, no solo ignora el gran valor instrumental del resto de especies y seres vivos para satisfacer las necesidades humanas más básicas sino que también desprecia su valor intrínseco y sus necesidades propias. Un posible reconocimiento de los derechos y las leyes en favor de la existencia, la protección y el cuidado de los animales y ecosistemas, exigiría garantizar las condiciones ecosistémicas y el bienestar y dignidad de muchos animales no humanos dotados de necesidades de buena vida y florecimiento dentro de las limitaciones establecidas por la propia especie de pertenencia.
 

También el futuro y las oportunidades de vida que este ofrecerá sufre las consecuencias de nuestras acciones en el presente. El futuro se valora y se altera reduciendo oportunidades, conscientemente o no, a efecto de nuestras acciones en el presente siempre que consumimos recursos ambientales no renovables o cuando producimos alteraciones irreversibles y contaminaciones tóxicas. La perspectiva inter-generacional de nuestras relaciones e intercambios con el futuro está atrapada en el conflicto entre los estímulos y la inmediatez que a menudo guían las acciones humanas, y el interés general a largo plazo. La integridad y el valor de todas las especies y ecosistemas en el futuro, incluida la especie humana, se juzga implícitamente en las prácticas del presente y desde la perspectiva de los miembros actuales de una única especie como es la nuestra: el homo sapiens-demens, tal y como la ha llamado Edgar Morin. Aunque la determinación de criterios para la distribución intergeneracional es una de las grandes problemáticas en el pensamiento social en el actual contexto de crisis ecológica global, esta valoración del futuro anclada en el presente es fundamentalmente ético-política y no puede realizarse exclusivamente mediante simples cálculos técnicos o mediante las dinámicas economicistas del mercado económico.

 

Decrecimiento

La idea de contracción, de descenso y caída cuesta abajo, responde a que los límites físico-naturales al crecimiento han sido rebasados. A partir de los datos empíricos aportados desde muy diversas orientaciones teóricas se llega al mismo mensaje: la civilización industrial ha entrado en una fase de translimitación o sobrepasamiento de los límites biofísicos tolerables por los sistemas naturales y sus necesidades biogenerativas. Se ha superado la capacidad de carga humana del planeta, el gran impacto humano de los dos últimos siglos de desarrollo industrial y sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX ha entrado en la peligrosa fase de sobrepasamiento.

 

La manera de aproximarse a la idea de decrecimiento establece claras diferencias en función de la evaluación que se haga sobre la insostenibilidad de la actual presión antrópica transformadora de los ecosistemas y metabolismos biológicos, y sobre las consecuencias del aumento poblcional y la creciente actividad económica material.

 

Pueden distinguirse tres enfoques en las reflexiones teóricas sobre el decrecimiento:

 

I.  Si se entiende que la expansión demográfica y económica son aún físicamente posibles con la ayuda de "soluciones técnicas", para conseguir el aumento del bienestar y la realización de la “buena vida” entonces el decrecimiento puede ser percibido como una opción moral y política bajo un principio orientativo de suficiencia: “vivir mejor con menos”.

 

II. Si se entiende que la expansión demográfica y económica no ha conducido aún a la translimitación, aunque se aproxima muy peligrosamente a ella, entonces el decrecimiento puede verse como una simple opción de concienciación y cambio de mentalidades, de aprendizaje preventivo, una medida de precaución.

 

III. La perspectiva de un periodo de decrecimiento se hace inevitable por constatarse empíricamente desde hace cuatro décadas que el alcance excesivo de los daños ambientales, que son una clara señal de translimitación y de insostenibilidad, lo que constituye una de las causas fundamentales por las que el crecimiento económico ya deja de contribuir a las metas del bienestar humano y el disfrute de la vida.

Este tercer enfoque sobre el escenario de decrecimiento forzoso tiene un sólido fundamento empírico aportado por innumerables datos sobre el estado de deterioro de los ecosistemas. En consecuencia se hace inevitable el establecimiento de nuevos reajustes y equilibrios medioambientales y de contracción humana a una escala sostenible. El decrecimiento es imperativo, no es una opción en función de aspiraciones humanas. Y esto se producirá mediante una obligada fase de reducción demográfica y de contracción de escala de la actividad económica, más o menos intensa, más o menos prolongada y más o menos desordenada y conflictiva.

 

Las mejores informaciones científicas disponibles sobre la relación entre la escala física de la economía y sociedad humana y los metabolismos biogenerativos de recuperación del planeta, sobre la disipación de recursos ambientales insustituibles y el estado transformado y degradado de los ecosistemas, y sobre la capacidad de adaptación y de flexibilidad natural para recuperarse de los daños, indican que se ha entrado ya en un peligroso estado de translimitación, que es en sí insostenible y transitorio, y cuyas terribles consecuencias de imperativa contracción no son ya evitables, se llega demasiado tarde.

 

Si se entiende que la expansión demográfica y económica ya ha rebasado los límites ambientales y se ha llegado a la insostenibilidad y translimitación, entonces el decrecimiento no es una opción en función de preferencias morales o políticas, sino que sencillamente es una perspectiva inevitable.

 

De esta situación en la que estamos se desprende que es urgente y necesaria la búsqueda de respuestas sociales y políticas fuera del dogma del crecimiento y del moribundo desarrollo para avanzar hacia una sociedad post-carbono. Los estados futuros de un sistema complejo, como es el sistema sociedad-naturaleza, nuestro habitat socioambiental, no son lineales ni predecibles con antelación por depender de las interacciones entre los múltiples estados del sistema natural y de las decisiones colectivas adoptadas por los actores sociales. Estas dinámicas ecológico-sociales son radicalmente indeterministas y se insertan en la incertidumbre de la historia. No hay leyes históricas universales en materia de cambio, de evolución natural y social, y de futuro.

 

Muchos de los umbrales naturales dentro de los que son viables los procesos biogenerativos del planeta han sido ya traspasados, a menudo de forma irreversible, a causa de las acciones humanas. La era del desarrollo se acaba sí o sí, según anuncian las mejores informaciones sobre los intensivos daños ecológicos generados. Se trata de un imperativo inevitable, ya no es una opción. Este anunciado final del desarrollo y sus dinámicas cancerosas del crecimiento nos ha de obligar a reflexionar sobre nuestras actuales circunstancias y sobre las perspectivas más deseables de cambio y futuro. Nos ha de empujar a revisar muchas de las creencias, valores y prácticas tecno-optimistas que guían nuestros comportamientos individuales, colectivos e institucionales, como son los presentes en la economía, la producción y consumo, el empleo, las tecnologías, la sanidad, la ciencia y la enseñanza.

 

Enfoques sobre la sostenibilidad y escenarios de futuro

 

A inicios del siglo XXI voces muy dispares emiten el mismo diagnóstico: la civilización industrial ha entrado en una fase de translimitación, en la que los límites naturales al crecimiento ya han sido traspasados. Es decir, la población y la economía humanas realmente han rebasado los límites naturales del planeta. Si la era del desarrollo está acercándose a su fin, entonces nos resultan inservibles muchas teorizaciones sobre el cambio social y las sociedades contemporáneas por estar bajo los supuestos de la indefinida continuación del desarrollo. También son inapropiadas las teorías que hablan de la compatibilidad entre protección ambiental y desarrollo, como son las que predican un desarrollo sostenible.

 

Las reflexiones que perciben el mundo social bajo la perspectiva de la translimitación, o al menos, que no son incompatibles con ella, se pueden sintetizar en cuatro enfoques: la gobernanza de la complejidad; el postdesarrollo y el desarrollo local alternativo; los escenarios de un decrecimiento y cuesta abajo prósperos; y los del decrecimiento como un colapso catastrófico. Estos cuatro enfoques son compatibles con los datos disponibles hoy acerca de los límites impuestos por la naturaleza al cambio social en las sociedades modernas. Son formas aún abiertas de pensar el dilema en el que estamos. Muchas de estas teorizaciones del cambio social y el futuro pueden ser descritas como utópicas y otras como apocalípticas. Muchas de las nuevas visiones utópicas del cambio social discuten el descenso posterior a la era del desarrollo, la fase de cuesta abajo o decrecimiento de la sociedad industrial que se avecina.

 

Aunque algunos enfoques actuales no siempre explícitan la realidad de la translimitación, son compatibles con las consecuencias de decrecimiento que de ella se derivan.

 

1. Las propuestas de gobernanza de la complejidad.

La idea de “gobernanza” pone el acento en los procesos sociales de adaptación bajo condiciones de incertidumbre y refiere al conjunto de acciones de gobiernos, instituciones, organizaciones y redes sociales, que permiten mantener la estabilidad estructural sin desencadenar un comportamiento caótico. Ven posible el control consciente de sistemas complejos adaptativos (sistemas caracterizados, entre otras cosas, por la impredictibilidad de sus estados futuros), como son las sociedades humanas. En relación con la sostenibilidad, la idea de gobernanza puede aplicarse a la relación entre sistemas sociales y su medio natural, es decir, un sistema socio-ecológico formado por la sociedad humana y el medio ambiente. Aquí la intervención consciente habría de integrar objetivos distintivos y a menudo contradictorios: ambientales y sociales, que no son comparables por no existir una unidad de medida común a todos ellos. Esto ha de exigir ciertos equilibrios entre preferencias opuestas y entre múltiples objetivos planteados a diversas escalas (local, regional, estatal, mundial).

 

Pero resulta problemático considerar que desde la óptica de la complejidad la clave de la sostenibilidad esté en mantener el sistema sociedad-naturaleza bajo control, cuando lo central es como mantener su flexibilidad, su relativa capacidad de elección y de marcha atrás. Es decir, se trata de cómo evitar una aceleración e interconexión excesivas a fin de dejar márgenes a contratiempos mediante adaptaciones sucesivas en un proceso de ensayo y error. En consecuencia, el desarrollo no ha de ser un objetivo predeterminado (como el “ponerse a la altura de las sociedades avanzadas”), sino un proceso en el cual la acción consciente se orienta hacia estados deseables de la sociedad, la naturaleza, la producción o las instituciones. La idea de sostenibilidad remite entonces a criterios de flexibilidad adaptativa y no de control, aludidos con frecuencia mediante analogías ecológicas (resiliencia, coevolución) o mediante analogías tecnológicas (robustez).

 

2. Las ópticas del post-desarrollo y muchas teorías sobre desarrollo local alternativo

Estos enfoques parten de realidades sociales que han sido excluidas por el proceso del desarrollo, aunque ambas perspectivas pueden aplicarse a contextos de crecimiento y a contextos de decrecimiento.

 

Acceder al proceso del desarrollo es ocupar un nicho de competitividad en los mercados globales. Quienes no lo consiguen pueden estar conectados al desarrollo en segunda fila, a costa de la miseria y eliminación, como aspiración, y pueden convertirse en objetos de la “cooperación para el desarrollo”, o de la “ayuda humanitaria”. La exclusión aparece con escalas e intensidades diferentes en las diferentes sociedades, pero tiene lugar en todas partes. En consecuencia el mundo está lleno de víctimas del desarrollo que tratan de escapar y afirman sus propios proyectos independientes de mejora de la vida. Muchos de esos experimentos sociales tienen un cierto éxito y a menudo se se expresan en términos de conflicto social y resistencias.

 

Aunque algunas versiones de estos enfoques incluyen en alguna medida la jerga sobre “desarrollo sostenible”, la mayoría de ellos se están construyendo desde otros marcos de referencia en los que la varible medioambiental condiciona y restringe los caminos. En los debates planteados se dan ciertas características en común:

 

  • - El énfasis puesto en la escala local-regional, tanto para expresar las resistencias sociales al desarrollo-globalización como para concretar las alternativas.

  • - Reivindican la autonomía frente al mercado y al Estado, tanto si se funda en la asociación como si lo hace en la comunidad.

  • - Insistencia en la diversidad cultural (como origen de un conocimiento anclado en la experiencia y “adaptado al caso concreto”), como base para rechazar cualquier modelo que se pretenda universalmente aplicable y como fuente que ofrece una pluralidad de espacios para una multitud de iniciativas y experimentos.

 

Sin embargo, las teorías del post-desarrollo no han dado aún salidas fundadas al conjunto poblacional y el crecimiento demográfico. No dan respuesta a los problemas de mantener la plaga de nueve o diez mil millones de seres humanos en el planeta con capacidad de carga rebasada y decadente, o a como podría hacerse de forma relativamente benigna una sensible reducción poblacional. Tampoco responden al grado actual de urbanización, pues las megalópolis del presente son un producto más o menos monstruoso del desarrollo y no parece claro cómo los urbanitas que las habitan podrían subsistir fuera del mismo.

 

3. El descenso suave, voluntario y próspero

Algunas teorizaciones afirman explícitamente que la civilización industrial está entrando, o está muy próxima, en una fase de decrecimiento de su escala física, tanto demográfica como económica. Los análisis empíricos del estado actual de la relación entre población, recursos y medio ambiente llevan a concluir que el descenso es inevitable (o ya ha comenzado). Entonces, la cuestión pendiente es cómo están siendo y se van a configurar en ese contexto el cambio y la organización social.

 

El debate está en los efectos sociales de este “cuesta abajo”. La más importante división separa a quienes conectan el decrecimiento con la continuidad del bienestar (“cuesta abajo próspero” a de quienes lo asocian a un colapso completo y catastrófico de la civilización (el die-off, el rápido retorno a la garganta de Olduvai, al origen prehistórico de la especie humana).

 

El “optimismo” del decrecimiento suave ve el presente como un cruce de caminos, como una bifurcació, como una una oportunidad para el decrecimiento consciente, voluntario y relativamente próspero en el que todavía sea posible elegir, tal y como se afirma en el libro “Colapso”, en el que Jared Diamond estudia el colapso de diversas sociedades del pasado en lo que tienen de lección para el presente. Sus defensores afirman que en el próximo medio siglo habrá sólo los recursos energéticos suficientes para permitir, bien una contienda horrible e inútil por los restos del botín, bien un heroico esfuerzo cooperativo encaminado a una conservación radical y a la transición hacia un régimen energético post-combustibles-fósiles. De una manera u otra, el siglo XXI verá el final de la geopolítica global. El resultado último podrá ser un mundo de comunidades modestas, organizadas según bio-regiones, que vivirán de la energía solar recibida. Las rivalidades locales continuarán, como siempre ha ocurrido en la historia humana, pero la hubris de los estrategas geopolíticos no amenazará a miles de millones con la extinción. Eso si todo va bien y todo el mundo actúa racionalmente.

 

Desde estas perspectivas el comportamiento natural de los sistemas ecológicos sugiere que si la sociedad industrial ha alcanzado su clímax, en consecuencia, el descenso es inminente e ineludible. Mantener más tiempo las políticas propias de la fase de crecimiento (gran escala, velocidad y competición) que estaban adaptadas a la fase ascendente pero no lo están para la fase de climax, produce el deterioro de las condiciones de vida y, finalmente, reemplaza el posible descenso ordenado por el colapso. Se hace necesaria la aplicación de principios más adecuados a una situación de recursos limitados: escala reducida, eficiencia y cooperación, que puede hacer que el descenso sea benigno y compatible con el mantenimiento de un nivel suficiente de bienestar.

 

4. El descenso catastrófico hacia el matadero

 

Se trata de un decrecimiento forzoso fruto de un colapso catastrófico más o menos conflictivo con drástica reducción y escasez de recursos vitales y población humana.

 

Esta fracción “pesimista” del debate sobre el decrecimiento invoca el determinismo físico entrópico o genético para anunciar que el inevitable colapso comportará inevitablemente la descomposición de la vida civilizada.

 

Se destaca que la irrevocable degradación entrópica, que es uno de los resultados de toda actividad productiva, implica que el concepto de sostenibilidad sólo es consistente teóricamente si significa una continua reducción del requerimiento energético total de la especie humana. La voluntad de maximizar el tiempo y la durabilidad de las sociedades humanas, eso a lo que alude la idea de sostenibilidad, ha de implicar entonces menos población, tanto de cuerpos humanos como de artefactos. La máxima sostenibilidad exige por tanto una población tan reducida y tan tecnológicamente modesta como sea posible.

 

Pero frente a esta racionalidad adaptativa en favor de la sostenibilidad, ocurre contrariamente que la aceptación consciente de las condiciones de sostenibilidad es bloqueada por una predisposición genética a inhibir el conocimiento respecto a los problemas y a autoengañarnos con falsas esperanzas e ilusiones sobre el poder de nuestras acciones. Se trata de una aptitud de negación cognitiva con fuerte anclaje biológico por haber sido seleccionada en fases tempranas de la evolución humana a fin de favorecer la supervivencia (lo que constituye un sólido pre-programa determinista que dirige nuestro comportamiento). Como les ocurre a todas las especies animales, una abundancia transitoria de recursos ambientales lleva a los seres humanos a sobreconsumirlos y a la superpoblación, sobrepasando la capacidad de carga humana de los ecosistemas y, así, les empuja a desembocar en un penoso colapso dominado por la desorganización social y la guerra fraticida por los recursos escasos.

 

Pero ante estos planteamientos deterministas resulta discutible que la inevitable e irrevocable degradación entrópica necesariamente pase por el criterio práctico de maximizar la disminución de la población humana y la economía, sino más bien puede significar la adopción de criterios de parsimonia y prudencia, de evitar el consumo extravagante y optar por la suficiencia, como señala Georgescu-Roegen (1971). El fundamento de estos principios prácticos de lentitud y precaución, relativamente más moderados que los de reducción máxima de la degradación entrópica, está en que realidad la reducción entrópica extrema no es una meta deseable para los humanos. Y además, esta “no puede darse”, porque toda actividad comporta necesariamente aumento de la entropía y su reducción máxima inviabilizaría en último término cualquier posibilidad de existencia.

 

Es resumen, como comentario crítico hacia estos planteamientos del decrecimiento apocalíptico bajo los dictados del determinismo físico y biológico: ni la escala física máxima ni la escala física mínima, mejor la escala intermedia. Una población demasiado pequeña con una tecnología demasiado primitiva es también muy vulnerable a las perturbaciones medioambientales y, por tanto, es inherentemente poco sostenible y perdurable en el tiempo. Luego las exigencias de la sostenibilidad social y ambiental se asocian más bien a una escala intermedia, a valores ni muy altos ni muy bajos en las principales variables, para que la flexibilidad y la capacidad de adaptación a constextos ambientales cambiantes y no controlables resulten optimizadas.

 

También resultan problemáticas las implicaciones en el terreno sociológico y comportamental que desde estos enfoques se extraen de las pautas de la evolución biológica. Hay fundadas razones para considerar que el predominio de la cultura y la acción guiada por motivos y significados en la vida social es un auténtico fenómeno emergente en términos evolutivos, y no solo es un terreno seleccionado inmemorialmente por su valor darwiniano de supervivencia sometido al dictamen de programas genéticos que bloquean con autoengaños la percepción de las realidades y problemas. Todo en la naturaleza humana es una mezcla inseparable de genes y culturas, cualquier criterio reduccionista de un lado u otro resulta parcial e insuficiente.

 

En resumen, la combinación de escala intermedia y emergencia de la cultura implica una cierta posibilidad de elegir y la existencia algún margen para organizar una cuesta abajo controlada, incluso si, hay muchas dudas respecto a las posibilidades prácticas de que esa salida suave finalmente sea la que se produzca.

 

 

 

*Estas reflexiones y propuestas que analizan el mundo social bajo la perspectiva de la sostenibilidad y los posibles escenarios de futuro, y resumidas en estos cuatro enfoques comentados (la gobernanza de la complejidad; el postdesarrollo y el desarrollo local alternativo; los escenarios de un decrecimiento cuesta abajo y próspero; y los del decrecimiento como un colapso catastrófico), pueden verse en E. García: "El cambio social más allá de los límites al crecimiento: un nuevo referente para el realismo en la sociología ecológica". Aposta- Revista de Ciencias Sociales, rev. digital, 2006, http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/egarcia.pdf ).


 

MARA CABREJAS

Materiales docentes

mara.cabrejas@uv.es

Departamento de Sociología y Antropología Social

Universitat de València

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