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Los Verdes

1 août 2010 7 01 /08 /août /2010 16:40

 

Como está ocurriendo en otras ciudades españolas, en medio de todo el bochorno veraniego algunos "abolicionistas valencianos" se han manifestado frente a la Plaza de Toros de la ciudad de Valencia para exigir el fin de los vergonzosos espectáculos taurinos. Con el reciente cambio histórico adoptado por el parlamento catalán, y después de todo un largo proceso impregnado de gran valor democrático, se ha abierto la puerta grande al debate público y al reconocimiento social del joven movimiento animalista que abandera las denuncias de maltrato infringido a los animales no humanos.  


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Además de avanzar en las posibilidades de mejora del trato que damos a nuestra hermandad animal, estas nuevas luchas sociales en favor del reconocimiento de unos "nuevos pobres y miserables" tienen un gran valor para cambios sociales mucho más amplios y profundos. No solo ponen patas arriba muchos de los supuestos normativos presentes en la regulación política y legislativa sobre animales, sino que también cuestionan muchas de las creencias y valores culturales cargados de arbitrarios prejuicios especistas. Son terreno de oposición ante las reinantes formas de pensar y percibir basadas en la penosa desconexión y devaluación jerárquica hacia el resto de seres vivos. 

 

La enorme sabiduría ética del movimiento animalista pone el dedo en la llaga, nos muestra como puede sobrevivir una violenta sinrazón bajo la apariencia de dignificadas identidades y de arraigadas costumbres y avanzados saberes científico-tecnológicos. Este "socioanálisis espontáneo" realizado por el movimiento animalista saca a la luz todo un enraizado inconsciente social construido alrededor de la delirante idea de omnipotencia y control humano sobre el conjunto de la existencia y el mundo. Además, las necesarias luchas en defensa de los nuevos derechos animales tienen la virtud de aportar buenas dosis de realismo sanador. Sus recetas no solo están cargadas de legitimidad y fundamentos, también son practicables, y ayudan a aliviar el delirio de superioridad presente en las patologías identitarias que desencadenan un horror inimaginable sobre el mundo viviente.  

 

La reciente prohibición de las corridas de toros en Cataluña ha sido un hito histórico en la lucha a favor del bienestar animal en España. Además, si se compara con las normas adoptadas en Europa, representa una tardía superación de la "excepción cultural española". Constituye un parcial desbloqueo de una "Ilustración inacabada", la que se paralizó ante el sufrimiento y la tortura hacia los animales no humanos, y que en este país persiste y sigue enquistada en algunas crueles costumbres heredadas de la "España Negra". 

 

Ahora puede ser el momento de dar "la alternativa" a la tortura animal practicada en las plazas de toros. El movimiento social de defensa animal así lo cree, y ya ha apostado por el fin de la tauromaquia en cada comunidad autónoma. Este posible avance en regulación y derechos se acompañaría también de una gran conquista ecológica y moral, ya que amplía el reconocimiento político y legal del valor intrínseco otorgado a los seres vivos no humanos. La abolición de las corridas de toros sería un digno acercamiento a una Europa avanzada en la ética mínima de la compasión y el cuidado hacía los otras especies que comparten el planeta con nosotros.

 

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Un indicador de la madurez moral de nuestras sociedades humanas está en el trato que damos a los animales y ecosistemas, y la deseable y necesaria opción a favor de extender nuestra responsabilidad hacia los mismos, al menos ha de exigir la eliminación de las formas de violencia gratuita que están tan presentes e inadvertidas en fiestas y celebraciones colectivas. Ya es hora de que nuestra moral práctica se amplíe y de poner fin al “todo vale” de un relativismo moral que justifica el dolor y sufrimiento innecesario de los seres vivos.

 

Las instituciones públicas no sólo autorizan, sino que organizan y subvencionan con millones de euros la atrocidades con animales en los festejos taurinos. También las televisiones incluyen en sus programas los reportajes sobre estos crueles espectáculos taurinos, favoreciendo así una temeraria anestesia social hacia la sangre y el maltrato infringido a los seres sintientes. Se trata de un peligroso ejercicio mental y emocional que pone en suspenso nuestra capacidad natural de empatía y conexión hacia "el otro" y hacia la expresión de su dolor y padecimiento extremo. Cuando estas disposiciones se interiorizan y rutinizan bajo la forma de hábitos y razones prácticas. pueden entonces trasladarse como respuestas automatizadas a todo tipo de contextos y situaciones. Es así como en nombre de la diversión y la tradición, las corridas de toros son una fuente socializadora y educativa a favor de la violencia en general. Al conseguir eliminar las barreras morales y emocionales de conexión, piedad y responsabilidad ante el sufrimiento ajeno, las corridas de todos constituyen un laboratorio de aprendizaje social que entrena en el ejercicio de la violencia, o en su tolerancia sin más, y no solo hacia los toros, también hacia los seres humanos y resto de animales. 

 

Sin duda alguna, en el toreo hay también elementos de un comportamiento machista que glorifica la arbitraria jerarquía dominadora al infringir subordinación y dominio a un ser vivo considerado inferior y dependiente, al igual que ocurre con la violencia doméstica y las muchas formas de dominación ejercidas por los hombres sobre las mujeres. Por tanto, también deberemos luchar a la vez en contra de la violencia de género y la violencia de especie.

 

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Aunque las instituciones y partidos políticos mayoritarios hacen oídos sordos, hay que recordar que a la gran mayoría de ciudadanas y ciudadanos no les interesa ni les gusta las corridas de toros, que por cierto, no existirían sin la financiación pública de la ciudadanía contribuyente. Habrá que aprender a escuchar atentamente estos valores sociales que ya están impregnados en las creencias y opiniones de la gente, para emprender un esperanzado camino de innovación legal y cultural, como el que ejemplarmente se ha abierto en Cataluña. Estas brutales actividades cargadas de indecencia moral y de crueldad innecesaria deben ser abolidas por los demás parlamentos autonómicos. 

 

¡Viva la abolición valenciana de la tauromaquia!

 

 

DAVID HAMMERSTEIN

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